El protagonista de esta historia no es un alto cargo de Presidencia del Gobierno sino un periodista, participante en la rueda de prensa posterior al consejo de ministros del viernes 27. Me recordó las palabras del precitado Chesterton (Chesterton forever): "Se dice que vivimos una crisis moral pero consolémonos: se trata tan sólo de una crisis nerviosa".

Sí, creo que el plumífero (a quien, con todo respeto habría que otorgar el despectivo calificativo con el que Carlos Menem trataba a los periodistas: cagatintas) al que me refiero, sufre de crisis nerviosa. El caso es que se dirigió a la vicepresidenta primera para cuestionar la promesa del PP de suprimir el aborto eugenésico. Nuestro hombre alegó lo siguiente:

-Si en una célula ya está el proceso humano completo, entonces también habría que prohibir la píldora del día después (PDD) y, en el caso de aborto por peligro para la vida del madre, lo podíamos echar a cara o cruz.

Fue un tremendo error estratégico, claro está, porque su liviandad le dio óbice a doña Soraya Sáenz de Santamaría (en la imagen), que de tonta no tiene un pelo, para recordarle que la frivolidad no casaba con el asunto tratado. Y eso le permitió a doña Soraya salir airosa frente al abortero, porque doña Soraya no es una provida sino una leal representante de la derecha pagana española, del PP, que se distingue por su ausencia de principios a la hora de defender el primero de los derechos: el derecho a la vida. Ergo, no dijo nada. Al Marianismo le basta con tranquilizar mediante engaños a los cristianos o a los provida desalentados por lo mucho que dura el genocidio abortero.

Si Soraya creyera de verdad en la vida, le habría respondido que la ciencia, no los curas, certifica que, en esa única célula ya existe un código genético individuado, distinto del padre y de la madre. También le habría dicho que, no sólo el embrión sino el mismo preguntante, no ha completado su proceso vital o, si lo prefiere, el proceso de crecimiento terminó cuando cumplió 25 años y, a partir de ahí, todo fue decrepitud. Y también podría haberle dicho que, en efecto, por eso mismo, la PDD es potencialmente abortiva. No se produce aborto en caso de que no se haya producido concepción. E incluso podría haberle informado de que la alternativa entre vida de la madre y vida del hijo no existe, salvo, claro está, en que la necesidad de algún tratamiento, pongamos contra el cáncer, nos ponga ante la alternativa de matar al niño o poner en peligro la vida de la madre por retraso en la terapia. Pero, en ese caso, será la madre quien decida –y en esa tesitura hay ejemplos gloriosos- pues nadie es quien para decidir por ella, tampoco una moneda de euro.

En cualquier caso, don Gilbert tenía razón: esto no es una crisis moral, sino una crisis de histeria, donde son los pinchaúvas, como el precitado preguntante, quienes nos explican el sentido de la vida o, para ser más rigurosos, el sinsentido del homicidio. Y donde también son los tibios, y las tibias, quienes intentan engañarnos con la supresión del aborto eugenésico, algo encomiable pero insuficiente. Sí, debemos felicitarnos por la iniciativa de Ruiz-Gallardón, 'ma non troppo'.