Según los datos proporcionados por las Obras Misionales Pontificias (OMP), las cifras son espeluznantes: 14 millones de niños son huérfanos a causa del VIH/SIDA; la mitad de los pobres del mundo -600 millones- son niños; 130 millones no acuden a la escuela; 180 millones padecen desnutrición; 250 millones sufren explotación laboral, y un millón de menores, principalmente niñas, caen anualmente en las redes del comercio sexual.
En Marruecos más de 600.000 niños, entre 7 y 14 años, son explotados en la ilegalidad, ante la mirada cómplice del Gobierno vecino. Ghizlane, es una esclava infantil que se levanta a las 6 de la mañana. Tiene que preparar los alimentos para los niños de la casa en la que trajina. Dormita en una esquina de la cocina, con una hifa en el pavimento y una colcha. Sólo podrá tumbarse a las 12 de la noche, cuando todo en la casa quede ordenado y la chimenea apagada. Siete días a la semana, treinta días al mes y año tras año. Y con todo, se dará por contenta si no abusan de ella sexualmente. Pero Ghizlane acaba de cumplir 7 años. Esa esclavitud de los niños es la que han denunciado dos organizaciones norteamericanas; Human Rights Watch y Domestic Child, en sendos informes hechos públicos en Casablanca. Para estas criaturas su paga se limita a la vianda, algo de vestir y un aguinaldo en las conmemoraciones del Aid musulmán. El infortunio engendra y hace que continúe la explotación infantil.
Cuando hacéis con la violencia derramar las primeras lágrimas a un niño, ya habéis puesto en su espíritu la ira, la tristeza, la envidia, la venganza, la hipocresía, escribió Azorín.
Clemente Ferrer Roselló
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