Enciendo el televisor y aparece un joven que entra en un burdel con aire de establo -¿Quizás una reiteración?- donde aguardan sentados en un banco tres abuelos que, en lugar de jugar al tute, pretenden convencernos de que pueden hacer algo con la lugareña.

En otra estancia del lenocinio house está el cura del pueblo, éste sí, absorbido por una partida de naipes, pero supongo que dispuesto a practicar cualquier otro tipo de juego. Dos jóvenes, uno con cara de tonto, vienen buscando al buen cura para que ofrezca el viático a un agonizante. El joven de expresión bovina le reprocha al cura que esté en el escenario del fornicio, y este le llama meapilas. El susodicho mosén viste sotana, porque hoy en día el traje talar sólo se exhibe en las películas antiteas. Otro contertulio exige que continúe la partida y dejar que los muertos entierren al moribundo, pero el cura decide marcharse. No para cumplir con su deber sino porque va ganando el envite. El que pretendía mantener la partida manifiesta sus profundos conocimientos teológicos y suspira: A ver si va a resultar que Dios existe, porque se lleva al cura cuando va ganando, o algo similar. Profundo, a fuer de académico.

No ha trascurrido ni un minuto de proyección cuando la persona que observa conmigo el televisor, y que aún entiende menos que yo de cine, espectáculo y famoseo, exhala: ¿Peli española, no? Anda, pon el DVD que he traído?.

Esto es lo bueno de nuestro cine y de nuestras series de TV: antes que obscenas, que también, son blasfemas. A los creativos de ZP, amamantado por los impuestos de todos, son lo que han idiotizado al público, que debe escoger entre la tete española o la blasfemia española. La única catalogación que se puede hacer entre esta basura consiste en distinguir dos tipos de inmundicia: la teta basta de Segura o la teta pedante de Ana Belén (no me refiero a su fisonomía, sino a sus palabras), es decir, la imbecilidad progre-creativa con ínfulas intelectuales y la progre-creatividad vulgar que come con los dedos. Intuyo que la primera es más peligrosa, pero el caso es que estamos llegando al ayuntamiento de ambas en una sola.

Y si los españoles no se han idiotizado del todo es porque, además de anabelenes, seguras, sabinas, almodóvares y compañía, podemos contemplar teleseries y películas anglosajonas y de otras zonas del mundo recién llegados a la industria audiovisual -India, por ejemplo- donde a nadie se le ocurre blasfemar, crea o no en Dios, porque a nadie se le ocurre ofender a los creyentes, que son inmensa mayoría, allá donde más les duele, en sus convicciones más profundas. Repetiré la prueba del algodón: la palabra hostia no se emplea en inglés, no existe, no es concebible que alguien juegue con ella, creyente o agnóstico, porque se entiende que sólo hay una hostia, la forma consagrada, y que hay gente que cree firmemente que eso es el cuerpo de su Creador, Padre y Redentor. Pues bien, la obsesión por blasfemar entre los creativos e investigadores de ZP llega a tal punto que introducen hostia, siempre en sentido irreverente, naturalmente, hasta en los doblajes de películas extranjeras.

Lo de las comedias de situación aún es peor que las películas. Están pervirtiendo el sentido del humor de los españoles, muchos de los cuales, especialmente los más pasivos ante la televisión, ya sólo se ríen de los ataques a la Iglesia o de las obscenidades más vulgares. Y no olvidemos que las teleseries constituyen el teatro de hoy.

¿Qué en qué consiste la libertad religiosa? Hoy, al menos en España, consiste en que los creativos de ZP, el mundo del espectáculo y la producción audiovisual -cine y teleseries principalmente- dejen de blasfemar, esto es, dejen de ofender a los que creen. Aunque no sé si el Ejecutivo Zapatero camina por esa vereda en su reforma de la ley de Libertad Religiosa.

Pta: la película a la que me refiero es Belle Epoque. Tras el mini-visionado y la mini-conversación decidí no verla en mi vida. Luego me fue a una periódico de derechas de toda la vida y leí la crítica-comentario sobre la cinta, en la que se hablaba de elenco de actorazos -ciertamente, actores como los desaparecidos Agustín González y Fernando Fernán Gómez, que pusieron su talento al servicio de las heces- y de un guión brillante. Y esto es bello e instructivo, porque ahora sé lo que significa brillante.

Conclusión: una de las propuestas de todo partido político regenerador debería consistir en suprimir todo tipo de ayudas al cien y la producción española, y dedicar ese dinero a subvencionar espacios audiovisuales donde se denuncie que el emperador va desnudo y que los innovadores creativos de ZP son lo que parecen: inmundicias. También podíamos dedicar las subvenciones a estos talentosos creativos a promocionar el cine norteamericano, más que nada para elevar el nivel cultural del pueblo. Cuota obligatoria, naturalmente, en nombre de la excepción cultural pro-buen gusto. ¿Y los anabelenes? Que vivan de la taquilla, lo cual, lo sé, es condenarles a morir de hambre. Pero los cambios sociales, queridos amigos, siempre exigen víctimas. Además, siempre pueden vivir de las rentas acumuladas durante lustros con cargo a nuestros bolsillos y a la generosidad de la izquierda y la derecha. O sea, que en verdad vuelvan a ser cómicos, cuyo sustento dependía de la satisfacción del público y no chupópteros cazasubvenciones.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com