Todo parece indicar que el líder socialista José Luis Rodríguez Zapatero se estrellará el próximo 14 de marzo, en cuyo caso, el presidente de Castilla-La Mancha, José Bono, accedería a liderazgo del socialismo español.

Bono es un demagogo simpático, uno de esos personajes que se coloca la chaqueta de pana cuando está de campaña. Así que es conveniente seguirle en todos los platos. Este chico llegará lejos.

A Bono le ha dado por ser la sal de todos los palos. Es más, como buen experto en Derecho Canónico, ha decidido impartir doctrina sobre Iglesia y Modernidad. Por ejemplo, para el presidente de Castilla-La Mancha, el obispo de Castellón, Monseñor Juan Antonio Reig, "no representa la modernidad de la Iglesia". Y esto es muy cierto, porque, "laus Deo", Iglesia y Modernidad no tienen absolutamente nada que ver.

Y es que nuestro Bono convertible no le ha gustado nada, pero lo que se dice nada, el documento de la Conferencia Episcopal Española, coordinado por Reig, en el que se dice que la revolución sexual (en Hispanidad, 'despelote' sexual) de los años setenta ha provocado rupturas familiares, niños sin familia y, aquí está la almendra de la cuestión, violencia de género.

Y Bono se ha enfadado. Y esto es grave. Sin ir más lejos, nuestro preclaro líder, siempre al lado del pueblo y de la caridad cristiana, considera que "a veces es más caritativo el divorcio que el infierno". Otra verdad de puño (de puño cerrado). El divorcio es mejor que el infierno, como la gripe es preferible al cáncer y la amputación a la gangrena incontrolable. Pero, puestos a elegir, me quedo con ninguna de las dos.

Por lo demás, don José lo tiene clarísimo: "Los obispos deberían ser generosamente prudentes, porque, por definición, son los que menos saben de sexo. Deben ser prudentes porque no saben lo que es el matrimonio".

Este argumento es genial y definitivo. Aunque, no sé... En materia sexual, don José, no conviene confundir la teoría con la práctica, ¿sabe usted? Porque si la sapiencia sexual es pura experiencia, yo no quiero entrar en su vida íntima, señor Bono, pero tiene usted esa cara de buen chico, que no puedo sino concluir que su experiencia sexual es monogámica. Y qué quiere que le diga: la fidelidad no ofrece muchas posibilidades de aprendizaje, siempre con la misma...

Y en lo del matrimonio lo mismo. Es posible los obispos no tengan ninguna experiencia, pero usted tampoco es Isabel Preysler ni Marilyn Monroe, querido amigo. ¿Qué quiere que le diga? Yo juraría que los curas saben mucho sobre la sexualidad humana y el matrimonio. No lo viven, pero lo "sacramentan", por no hablar de su experiencia en el confesionario. No se fíe, don José, estos curas están a la que salta.

Lo que sí me preocupa es que el reverendo padre Martínez Camino, secretario de la Conferencia Episcopal, le enmienda la plana a Monseñor Reig, con una puntualización que tras varias lecturas continúo sin comprender: "La violencia doméstica es anterior a la revolución sexual". Es una tautología tan impertinente que podría haberla dicho Bono. Sí, ya nos imaginemos que hombres y mujeres, principalmente los primeros, ya se arreaban mamporros antes de que Bruto matara a César, pero eso no quita que un hecho posterior, el mencionado 'despelote' de los años setenta, haya reactivado y retroalimentado el mal. En cualquier caso, reverendo padre: ¿no le provoca un cierto pavor que el señor Bono pudiera felicitarle e incluso adscribirle al sector eclesio-modernista? Considere que eso sería definitivo. No, reverendo padre, es mejor que escuche a los obispos y que, si tiene que corregir, lo haga en privado. Mucho más en el presente caso, en el que no es preciso corrección alguna: el documento de Reig es una maravilla.

Es más, como uno es menos prudente que los obispos, incluso menos generoso, Mister Bono afirma que no sólo el 'despelote' sexual de los '70 (surgido, qué casualidad, al mismo tiempo que la comercialización masiva de la píldora contraceptiva) reactivó la violencia de género, sino que otro de los factores de la tal revolución sexual, el feminismo rabioso, autor de la más absurda guerra actual, la guerra de sexos, también ha provocado un incremento de la violencia doméstica. Por de pronto, con el feminismo en la mano y los abortivos en el Boletín Oficial del Estado, el lobby feminista ha alentado que, en muchas parejas, sea la mujer quien imponga al varón el número de hijos que la pareja va a tener y, en consecuencia, la vida sexual (y personal, familiar y social) de ambos. Y eso, ni los varones más estúpidos o comodones lo aceptan de buena gana, con lo que se abren las puertas al conflicto permanente, a veces, resuelto a mamporros.

Jo, don José, creo que acabo de perder una oportunidad manifiesta de entrar en la modernidad: ¡Dita sea!

Eulogio López