Está claro que todos tenemos derecho a una vivienda digna, a un salario digno, a la sanidad y a la educación. No está tan claro que uno tenga derecho a tener un hijo, como si fuera una casa, un trabajo o un coche.
Nadie tiene derecho a tener en propiedad a otro, nadie tiene derecho a tener o a adoptar un hijo. Los que sí tienen derechos son los hijos y en concreto los niños, que tienen derecho a tener un padre y una madre. Sobre todo, si tienen la desgracia de no tenerlos. Es entonces cuando el Estado tiene el deber de regular la posibilidad de que ese niño o niña tenga un padre y una madre.
Permitir que una pareja homosexual tenga el derecho de adoptar un niño es ir en contra de los derechos del menor. El Estado con este tipo de regulaciones pierde toda autoridad y legitimidad e incumple algo tan básico como el respeto a los derechos del menor: tener derecho a un padre y a una madre.
Ignacio López
ilgoni@unav.es