Recientemente, 56 países islámicos han presionado a la ONU para que globalice su ley de la blasfemia asociada a la Sharia.
Hoy esta arma es esgrimida contra los cristianos por motivos que van desde la enemistad particular a la venganza y por la que son condenados a muerte en juicios amañados (si antes no son asesinados por el populacho pues carecen de protección policial). En el reverso de la moneda está occidente que blasfema continuamente de su Dios, de Jesucristo o de su Iglesia sin ningún remordimiento, como quien insulta algo banal o repugnante sobre lo cual descargar el odio, o al menos el mal humor.
Los pacíficos símbolos cristianos son vergonzosamente arrinconados, pero las manifestaciones artísticas, literarias y del espectáculo en plan de mofa, y la blasfemia callejera del Hostia y similares, son cada vez más frecuentes. ¿Blasfemias?
Nadie tiene derecho a renegar de lo bueno, y menos de un Dios que se nos dio como alimento para progresar en la virtud y hacernos dignos del Cielo, a través de esas denostadas hostias que van de boca en boca como algo que se escupe con desprecio.
Clara Jiménez