Que no, que no se pueden matar moscas a cañonazos. Dejando a un lado la famosa legalidad internacional, que nadie tiene claro lo que es, el Ejército norteamericano tardó un mes en ganar al ejército de Sadam Husein y dos años en no saber cómo salir del avispero. No sólo eso, ha provocado una nueva clase social: la del fanático suicida, el tipo que no vive por Dios sino que mata por él. Le ha proporcionado la mejor de la coartadas: la de me han agredido y ahora yo te reventaré las entrañas.
Con respaldo o sin respaldo de Naciones Unidas, Bush podía haber derrotado a Sadam Husein y descabezado su régimen, preservando las instituciones iraquíes, las empresas, los militares de grado medio, la policía subalterna, etc. Pero no, quiso hacer una sociedad nueva y una sociedad nueva (los españoles lo sabemos muy bien por la transición democrática) no se puede hacer, y menos desde arriba o desde fuera. Bush pudo liberar a Iraq del yugo de Sadam Husein sin necesidad de provocar una guerra interminable. Para eso, antes de nada hay que tener un Gobierno de repuesto con cierta aceptación interna. Ese es el trabajo de la diplomacia y de la inteligencia. Las dos cuestiones que le han fallado a un George Bush que ahora mismo no sabe por dónde salir de Iraq. En cualquier caso, dentro de esta tercera guerra mundial ahora sabemos algo más: sabemos que la solución Bush no nos sirve, y también sabemos que ahora luchas contra el terrorismo suicida, aparentemente incontrolable. No creo que sea una exageración pensar que si algo puede enervar a la humanidad hasta el punto de pensar en la opción nuclear, es el terrorismo suicida generalizado.
La guerra de Iraq ha sido un desastre, pero eso no significa que la opción de Rodríguez Zapatero (la alianza de civilizaciones) sea, por oposición, una buena idea. Eso es una majadería quizás mayor.
Eulogio López