Lo dijo Santiago Carrillo, que ahora emplea sus ocios en entrevistas periodísticas: Me gusta el Islam porque es la única fuerza revolucionaria que queda en Europa. Tiene razón: en Europa no queda fuerza revolucionaria alguna, y lo único que se puede parecer es el terrorismo islámico, que odia a Europa y odia a Occidente. Por eso me ha encantado el magnífico reportaje de Alex Navajas en La Razón, el pasado miércoles 7, acerca del Islam en el Reino Unido.
Y es cierto que al pobre don Santiago no le quedan ya rojos, ni tan siquiera encarnados, pero hay que odiar mucho a Occidente para aplaudir a quien más daño le está haciendo. Lo de Carrillo me recuerda, también, la incomprensible actitud de las feministas, empeñadas en la sagrada lucha contra el machismo criminal pero apoyando los tiranías islámicas.
¿Dónde está el nexo común de las feministas y de Carrillo? pues en el odio a los principios cristianos que conforman Occidente, queramos o no.
Cuando en los años setenta-ochenta del pasado siglo la Democracia Cristiana italiana ligó con el PCI el famoso compromiso histórico, muchos hablaron de compromiso histérico. Lo del progresismo occidental y los mahometanos no es ni más ni menos que eso. O sea lo mismo que nos pasa a los de Oviedo, que estamos dispuestos a ir del brazo con los chinos, pero no con los de Gijón. Sólo que lo del progre-islamismo es mucho más peligroso.
Eulogio López