Lo cuenta su sucesor en la Prelatura  del Opus Dei, monseñor Javier Echevarría: si alguien preguntaba a don Álvaro del Portillo (en la imagen) cuál era el mejor momento de su vida, siempre respondía: "Cada vez que recibo el perdón de Dios en la confesión".

Y también cuenta Javier Echevarría que su palabra más habitual era la de "gracias" y su locución favorita "gracias a Dios".

Perdón y gracias, dos conceptos que definen al nuevo beato. Por eso exhibía aquella sonrisa que hacía su trato tan agradable. Y es que no hay que esperar mucho de aquel que 'no se arrepiente de nada', una de las frases más desgraciadas del momento. Sin arrepentimiento no hay cambio, sin cambio no hay mejora. Sin sentido del pecado, que ya no es el pecado del siglo XX sino del XXI, el hombre se cree dios, y a quienes le rodean les produce náuseas.

¿Qué decir de la ingratitud Chesterton, cómo no, lo clavó cuando advertía que la primera fuente de pensamiento es el agradecimiento. Y el primer agradecimiento debe referirse al hecho de está vivo, que implica la actitud de pleitesía al Creador. Luego a los demás, porque, a fin de cuentas, el hombre no puede vivir sin los demás, ni tan siquiera cuando odia al otro.

El resto de la historia de don Álvaro, ya la conocen ustedes. Con sentido del pecado -del propio, no de los pecados de los demás- y gratitud fue el perfecto segundo de San Josemaría, el fundador del Opus Dei. Nunca le importó ser segundo pero aportaba mucho al primero. Pero hay más. El ya beato Álvaro del Portillo fue el número 2 de San Josemaría, un hombre clave en la historia de la Iglesia reciente… que pasó inadvertido.

Para vivir sólo se precisan dos palabras: perdón y gracias. Por eso le han hecho beato. Y la multitud llegada desde los cinco continentes hasta el polígono madrileño de Valdebebas así lo demuestra.

Eulogio López

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