Sr. Director:
"Cuando el amor se acaba es mejor dejarlo", dice el tópico demoledor de matrimonios por antonomasia; la sentencia más mema y descabellada que me he tirado a la cara.
Cuando uno se casa "hasta que la muerte nos separe", parece que va en serio. Hacer depender nuestra familia, el apoyo vital sobre el que subsistimos, de una emoción veleidosa, no es propio de seres racionales.
Jesús elevó este compromiso a categoría de Sacramento indisoluble, brindando su apoyo a los que lo reciben en estado de gracia. Inevitables crisis se suceden en la vida matrimonial, y beben en la soberbia, la infidelidad o la anticoncepción, como en sus primeras fuentes. El mundo del papel "couché" es un ejemplo nefasto de como cambiar de pareja como de camisa, y no morir (aparentemente) en el intento.
Eva N. Ferraz
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