Los que acudieron a la Puerta del Sol el pasado sábado 3, convocados por el Partido Popular, no lo hicieron para defender la Constitución sino para defender su españolidad, que consideran atacada. Lo que ocurre es que el Partido Popular de Mariano Rajoy está tan lleno de complejos ideológicos como el de José María Aznar, y se aferra como a un clavo ardiendo a la Carta Magna de 1978, cuando lo que le están pidiendo los manifestantes es que se aferre la unidad de España. No es que los presentes en la Puerta del Sol no fueran demócratas, ni odiaran la Constitución del 78: simplemente están orgullosos de ser españoles y cansados de que se les menosprecie por ello.
Muchos españoles, ya lo hemos dicho, han resucitado su patriotismo dormido desde la muerte de franco, gracias a la pelmada nacionalista. Por las mismas, no están en contra del Estatut, como piensan las brillantes cabezas rectoras del PP. Simplemente se sienten ofendidos porque los nacionalistas vascos y catalanes, y algún que otro por ahí, se dedican a calificarles de fascistas por el hecho de sentirse orgullosos de su patria. Hay mucha hipocresía nacionalista, incapaz de entender algo tan sencillo como esto : muchos españoles no están contra el Estatut, sino contra lo que el Estatut representa. Están cansados de los desprecios de quien detesta su compañía. Tanto es así, que entre aquellos a los que los nacionalistas insultan llamándoles españoles abundan más los que piden que se larguen que los que abogan por la unidad de todos los españoles. Hay un verdadero hartazgo, producto de los desprecios nacionalistas.
Por su parte, los directivos del PSOE sienten aún más complejos a mostrarse como españoles, por la sencilla razón de que se han volcado en el progresismo más lelo (progresismo lelo es una reiteración, lo sé) e identifican el patriotismo español con la Iglesia Católica, y la historia de España con la historia de la fe. Y hacen bien en identificarlo, porque la tal identificación es correcta. Pero sí tienen razón en algo : el fervor constitucionalista del PP suena un tanto a postizo. En cualquier caso, hay mucha hipocresía en el zapaterismo socialista y mucha hipocresía en la actual derecha española, en el PP. El culmen de la hipocresía socialista lo logra la vicepresidenta primera, Teresa Fernández de la Vega, empeñada en no pronunciar la palabra España y, al mismo tiempo, ser más constitucionalista que nadie. Para ser exactos, doña Teresa habla de todos y todas, lamentable falta estilo y chorrada políticamente correcta.
Por su parte, los marianistas, que no son los de la sociedad SM, (con una empanda mental muy similar a la del PP), sino los seguidores de don Mariano Rajoy corren el peligro opuesto, del que tratan de aprovechase unos cuantos espabilados -los nombres de Pedro J. Ramírez y Federico Jiménez Losantos acuden raudos a mi mente, no sabría explicar el porqué-, a los que la identidad cristiana de España importa un pimiento, y que se aproximan a la deificación de la patria, es decir, al fascismo esta vez de verdad-. Un fascismo que, a día de hoy, en España, podríamos definir así: no amo a Cristo pero odio a Zapatero. Hay mucha hipocresía en el nuevo fascismo.
Estos distingos son importantes en el vigésimo séptimo aniversario de la Constitución. Y lo digo yo, que ya he confesado mi sacrilegio : voté No el 6 diciembre de 1978 (¡Cielo Santo, ¿cómo pude?!) por una razón: no me parecía convincente ese maravillosos artículo que asegura: Todos tienen derecho a la vida, el primer derecho humano sin el que no puede existir ningún otro. Por una vez acerté en política: 27 años después, en España se producen 84.000 abortos en 2004 -cifra oficiosa, aunque la oficial de 2003 alcanza los 80.000-. Por eso voté no. A la visa de los resultados, volvería a hacerlo, Por cierto, la Constitución europea está calcada de la española en este aspecto : Nadie explica quiénes somos todos.
Como tengo fundadas sospechas de que una democracia que se ha convertido en el paraíso del aborto, del asesinato de inocentes, pueda llamarse democracia, sigo sin arrepentirme de mi No, aunque acepto las ventajas de la Constitución del 78, que terminó con un Régimen autoritario y trajo la democracia a España. Y como soy demócrata, me gusta la democracia, pero no me gusta aquello a lo que determinados artículos de la Constitución han dado lugar. Y como el aborto no es una cuestión negociable
Por tanto, tengo para mí que se superaría la crispación reinante en España nadie ha conseguido tanto en 27 años de democracia con el hombre del diálogo y el talante- con un poco más de magnanimidad por parte de todos y hablando claro, sin complejos, de lo que cada uno quiere. Porque de otro modo, la Constitución de 1978 se quedará en lo que han quedado tantas constituciones: un alarde de ambigüedad. Y la ambigüedad genera equívoco, y los equívocos suelen terminar en trifulca. Como la que ahora mismo tenemos. España vive en plena guerra civil pacífica, y mucho me temo que es pacífica por pura comodidad.
Eulogio López