Los damnificados se arraciman alrededor del ex presidente del Gobierno. El ex secretario general del PP, Ángel Acebes, se reunió con el senador Ramón Palacios, hombre de la máxima confianza de don José María, el pasado viernes. También fue Aznar quien pidió a Alierta que acogiera a Zaplana en Telefónica. La dimisión de María San Gil, mujer asimismo próxima a Aznar, es la gota que colma el vaso. Rajoy está especialmente dolido con el mensaje del PP vasco. Él no quiere pactar con el PNV sino con CIU... como lo intentó Aznar. Mientras, Rato se mantiene en sus trece: dejarse ver, no hablar 

El secretario general saliente del Partido Popular, Ángel Acebes, comía el viernes 9 en el restaurante madrileño El Paraguas con uno de los escasísimos hombres de confianza del ex presidente José María Aznar: el senador y alcalde -desde hace lustros- de La Carolina, padrino de dos de los hijos del matrimonio Aznar-Botella, don Ramón Palacios.

Palacios es el mensajero favorito de un Aznar refugiado en el Olimpo y el encargado de abrir la puerta a quienes pretende acercarse al líder. Primer mensaje para Acebes: Aznar no le disputará el poder a Mariano Rajoy, prefiere mover los hilos desde atrás. Además, el plan consiste en permitir que Rajoy sea reelegido en el congreso de junio y que se vaya quedando sólo hasta forzarle a dimitir. De hecho, Palacios anunciaba nuevas dimisiones -que se ejecutaron el fin de semana con el plantón de María San Gil.

No sólo eso: ha sido Aznar quien colocó a Eduardo Zaplana en Telefónica, dentro de su táctica de acoger a todos los caídos y escuchar los consejeros de otro exiliado; Manuel Pizarro.

Y por si fuera poco, Gustavo de Arístegui, portavoz de Exteriores del PP en el Congreso, ha decidido auto-postularse y ha elegido el lugar más idóneo para decirlo: el folleto propagandístico de ZP.

Ahora bien, es probable que Aznar se equivoque: su sucesor al frente del Partido Popular no quiere que sea una marioneta y se está planteando seriamente la dimisión.

Lo de María San Gil ha resultado el golpe más duro de Aznar al marianismo. El más duro porque, además de saber que la líder vasca no mueve ficha sin consultar a Aznar, lo cierto es que San Gil ha dejado claro que dimite por la tentación que percibe en Rajoy de pactar con el nacionalismo. Viniendo de San Gil, a quien en la mañana del lunes amenazaba al número dos de hecho del PP en Euskadi, Carmelo Barrio, todos entienden que Rajoy quiere pactar con el PNV, lo cual no es cierto. Rajoy no quiere nada con los nacionalistas vascos, pues ha escarmentado en cabeza ajena: sabe lo caro que le ha costado a Zapatero el acercamiento al nacionalismo vasco, y cómo ha ganado las elecciones gracias a un cambio de imagen en la recta final de legislatura, cambio de tal calado que no hubiera sido posible sin poner a trabajar, a toda máquina, a su Brunete mediática.

No, Rajoy quiere lo mismo que en su día pretendió Aznar: pactar con CIU e introducir a los nacionalistas catalanes en el Gobierno de España. Además, tiene 10 diputados, frente a los 6 del PNV. Con diez extras se puede aspirar a gobernar. Pero no deja de ser lo mismo que pretendía Aznar. Por supuesto, la presidenta madrileña Esperanza Aguirre, ha corrido a apoyar a San Gil.

Si se decide a seguir, Rajoy hará un equipo anti-Aznar con barones regionales, tipo Camps, Sirera o Feijoó, una especie de renovación a la fuerza. Y, además, con Ruiz Gallardón, aunque de la fidelidad del alcalde de Madrid nadie se fía.

Y queda Rodrigo Rato, naturalmente, quien ha adoptado la técnica de dejarse ver pero jamás hablar. Si el duelo Rajoy-Aznar termina en tablas, será su momento. Y el de Gallardón.