Vengo de hacer el Camino de Santiago así que ya se a quién tengo que darle las gracias. Lo decía uno de los sobrevivientes del accidente ferroviario de Villada (Palencia), un joven barbado aún sorprendido de estar vivo. Otros viajeros del ferrocarril que unía Galicia con Hendaya exclamaban cosas como Me han dado otra oportunidad o He vuelto a nacer lo que, suponemos, quería decir que se disponía a replantearse su vida. Había exclamaciones que forman parte del lenguaje cotidiano como gracias a Dios., pero otras que revelan algo más explícito : Yo sólo le pedía a Dios que no se me clavaran alguno de los trozos de hierros que se rompían.
Al parecer, nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena y de Dios cuando nuestra vida, esa de la que tanto apostrofamos en circunstancias normales, corre peligro. Es como si la fe histórica de un pueblo, oculta bajo un montón de sedimentos necesitara del dolor o de la muerte para emerger. Y, naturalmente, todo el empeño de la progresía consiste, precisamente, en retirar del foro público y de la escena política, hasta el mismo término de muerte y obsesionarse por el culto al cuerpo y a la salud, como una forma de conjurar el dolor, vano empeño, condenado al fracaso perpetuo.
Y es que lo que ocurre no es que Occidente haya dejado de ser católico. Si Occidente dejara de ser católico dejaría de ser Occidente. Por lo general, el español y el europeo, y el americano- muere de estas dos formas: o abandonándose en manos de Dios o blasfemando de Cristo. Es decir o muere en la misericordia o muere en la soberbia, en el enfrentamiento con Dios, en la desesperanza y en la incertidumbre.
A lo que se ve, necesitamos del dolor y la muerte para volver a Dios. O eso, o un accidente ferroviario. A ver si resulta que el dolor es un instrumento divino a favor del género humano
Eulogio López