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Apalancamiento
¿Como definir la crisis económica actual con una sola palabra? Muy sencillo: apalancamiento. Apalancarse es endeudarse en exceso, aprovechando la prodigalidad crediticia de los bancos que nadaban en un océano de liquidez y con espíritu de exhuberancia irracional, además de los bajos tipos de interés y el entusiasmo consumista. Apalancarse es comprar con dinero prestado, o comprar con deuda y pagar con activo de lo adquirido. Precisamente, esa es la razón de que la crisis haya golpeado primero a los países ricos -los apalancados- aunque a los pobres, claro está, les llegará el efecto antes o después. Los pobres, ya se sabe, pagan al contado porque nadie le fía, y hablo de personas y de países. Ahora bien, apalancamiento no es sino otra forma de llamar a la especulación financiera. El empresario crea bienes u ofrece un servicio a la sociedad. Si con ello gana un beneficio nadie tiene por qué reprochárselo. El especulador no aporta nada, lo único que hace es comprar y vender. También se puede plantar la cuestión de esta otra forma: ¿Qué pasaría si todas las bolsas del mundo desaparecerían? Y la respuesta es: Nada, no pasaría absolutamente nada. Algunos creemos, pero que no salga de la provincia, que sería formidable. De hecho, el mundo ha vivido durante siglo, hasta finales del XIX; más bien hasta el siglo XX, sin mercados. Y no le ha ido mal, oiga. Porque la historia de las bolsas no es más que la historia de la especulación, es decir, la historia de la codicia. Pues bien, cuando una empresa se endeuda hasta extremos insensatos, está dejando de ser empresa para convertirse en un operador de mercado. Y cuando un banco tituliza préstamos de sus clientes para cobrar menos pero cobrar antes, también está aumentando el apalancamiento. Y cuando se financia a una empresa de capital-riesgo también se está aumentando el proceso de apalancamiento, que no es más que la burbuja especulativa que ha provocado todas las crisis económicas desde que el mundo es mundo, bajo un mismo recorrido: la crisis las provoca el especulador y la sufre todo el mundo. Un poner: la actual crisis está paralizando muchos procesos de inversión y creación de empleo por la sencilla razón de que las entidades financieras han cerrado el grifo. ¿Se puede corregir esta tendencia -al parecer imparable- a la especulación con las leyes? Eso es casi tan difícil como pretender convertir al codicioso en austero con la fuerza de la palabra, pero, al menos, puede intentarse. Por ejemplo, parece ilógico que la fiscalidad del rentista sea inferior a la rentabilidad sobre el beneficio empresarial, sobre la renta de las personas físicas o sobre el consumo. Eulogio López eulogio@hispanidad.com
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