Esta es la historia de un militar de alta graduación. Viene de familia castrense y nunca pensó en ser otra cosa que militar; hoy está pensando en cómo dejar de serlo:
-En cuanto me den una oportunidad me paso a la reserva.
El problema no es externo sino interno. El Ejército español agoniza, no porque los políticos, y no precisamente la izquierda, lo hayan abandonado, que también, sino porque se han abandonado a sí mismos. Los militares ya no creen en las virtudes castrenses porque no creen en la virtud. Al igual que ocurre con la crisis económica la crisis militar es también crisis moral.
Y no es que no existan problemas "externos", que los hay, de los dos grandes buques españoles, el Juan Carlos I no es operativo, es un buque de guerra sin armas. No hay dinero. El portaaeronaves Príncipe Felipe está varado porque su funcionamiento exige muchos fondos. El patrullero Grosa ha sido jubilado y se espera que otros dos sigan su camino. Varios de nuestro submarinos –entre ellos el que participó en la campaña de la OTAN contra Gadafi, necesitan reparaciones demasiado costosas para ser abordadas -nunca mejor dicho-. Existen problemas para dotar de marinería a las fragatas, por ejemplo para operaciones en el Índico.
Nuestros aviones Hércules están para el arrastre y son sustituidos por nuevos modelos no probados. Lo mismo ocurre con los helicópteros. De nuestros cazas sólo funcionan los F-18, mientras el eurofighter –conocido en el ejército del Aire como el 'eurochurro'- nos da, ante todo, problemas.
Nuestros mejores tanques se los vamos a vender a Arabia Saudí, un espejo de democracia, que no en vano el ministro Pedro Morenés su secretario, Pedro Argüelles, han convertido su gestión en una empresa… y con escasos resultados.
Pero lo grave no es eso. Lo grave es lo que antes, en los tiempos de la vieja mili, llamábamos desmoralización de la tropa. Primero por eso, porque se ha perdido el espíritu castrense, el espíritu de defensa de una identidad común… porque falla la identidad común. Y como falla la identidad, falla también el aprecio de la sociedad españoles hacia los defensores de esa identidad nacional. El militar se siente un extraño en su propia patria. Luego vinieron los progres de derechas del PP y los progres comecuras del PSOE, como Carme Chacón, y decidieron arrebatarle al ejército español su raigambre cristiana. Raigambre de lo más lógica, dado que defendían a una patria que era ante todo, cristiana. Y la pregunta viene sola: ¿Merece la pena jugarse la vida por la nada?
Probablemente, una de las peores hazañas de José María Aznar consistió en suprimir el servicio militar obligatorio. La conscripción era objeto de bromas populares pero mantenía la idea de pertenencia a un país y de que todos estábamos obligados a hacer algo en su defensa. La mili podía ser lo que se quiera pero no era un mercado.