El fundamentalismo islámico avanza en Irak y Afganistán. La OTAN no consigue dominar Libia y Siria

 

En Egipto, la tensión por el juicio de Mubarak amenaza con desembocar en enfrentamiento civil.
Un día más, los medios internacionales anuncian una nueva jornada sangrienta en Irak. En esta ocasión los objetivos han sido cuarteles de la policía y del nuevo ejército iraquí formado por norteamericanos. A esta hora del mediodía, el recuento supera ya las sesenta víctimas mortales… y la cifra sigue creciendo.

Parecida es la situación en Afganistán, donde cada día las tropas internacionales sufren nuevos atentados, el último la semana pasada donde treinta soldados estadounidenses fallecieron a causa del derribo del helicóptero en el que viajaban, en un acto que fue reivindicado por los insurgentes islámicos.

Estas noticias no hacen más que justificar el gran error que cometió el expresidente de los Estados Unidos, George W. Bush, a la hora de acometer su política exterior –la llamada guerra preventiva- que no sólo no ha servido para calmar la situación en estos países, sino que, además, ha hecho que se dispare la violencia en los mismos. Mientras tanto, ante la incapacidad de las fuerzas internacionales para restablecer el orden, las milicias y grupos de insurgentes islámicos se encuentran más crecidos cada día y más cerca de su objetivo de restablecer el régimen talibán en ambos países.

Tampoco llegan buenas noticias a la OTAN desde Libia, donde el conflicto armado parece haber alcanzado un equilibrio de fuerzas, a la vez que se recrudece la guerra y aumenta el número de víctimas mortales día a día.

En este sentido, el líder libio, Muamar el Gadafi, insta a sus ciudadanos a tomar las armas para enfrentarse a los rebeldes y a la OTAN, que está siendo incapaz de poner orden en el país y derrocar al régimen de Gadafi, en una operación militar que está generando una gran controversia y que cada vez goza del apoyo de menos países debido a que cada vez son más las voces que consideran que dicha intervención fue equivocada.

Por su parte, en Siria la situación es bien distinta, ya que el actual presidente del país Bashar al-Assad continúa movilizando a su ejército para frenar las revueltas que continúan afectando a varias ciudades del país. En este conflicto, destaca la pasividad de Occidente, que todavía no tiene claro cómo debe afrontar el conflicto civil en un país estratégico en la zona y clave para la estabilidad de la propia región, por el momento, el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, ha iniciado contactos con el primer ministro del Reino Unido, David Cameron, y con el régimen de Arabia Saudí para poder dar solución al arduo conflicto.

En el mismo sentido, la inestabilidad continúa creciendo en Egipto a causa del juicio contra el expresidente egipcio, Hosni Mubarak, y continúan creciendo los enfrentamientos entre partidarios y detractores del mandatario, por lo que comienza a asomar la amenaza de un posible conflicto civil en el país. Tal es la tensión que se vive en el país que por el momento se ha decidido retrasar el juicio hasta el día 5 de septiembre.

A la vista de los acontecimientos, cada día la situación es más grave en el mundo islámico donde aumenta la violencia de todos contra todos y que puede tener graves consecuencias para el llamado 'polvorín del mundo'. La primavera árabe más parece invierno gélido. Mientras tanto, Occidente y sus mandatarios, se ven incapaces de solucionar los conflictos latentes con lo que el mundo occidental está asumiendo su fracaso en el intento de poder democratizar el mundo islámico.

Gabriel López

gabriel@hispanidad.com