La Junta Directiva Nacional del Partido Popular decidió el martes 23 por la noche los nombres que formarán parte del "núcleo duro" del partido después del vuelco electoral. Mariano Rajoy anunció que se presentaría a la Presidencia del partido en el próximo Congreso extraordinario, que, previsiblemente, se convocará tras las elecciones europeas, previstas para el 13 de junio. Por su parte, el ministro del Interior en funciones, Ángel Acebes, será el secretario general, y Eduardo Zaplana, el portavoz en el Congreso de los Diputados. Pío García Escudero desempeñará la Portavocía en el Senado, que los socialistas pretenden reformar.
El nuevo organigrama supone el respaldo a un Acebes discutido en algunos ámbitos del partido por la gestión informativa del 11-M. Acebes tendrá que optar por un modelo Cascos de "general secretario", o un modelo "light" al estilo del desempeñado por Pepiño Blanco. Lógicamente, el primero maximiza sus intereses, pero está por ver que tenga personalidad suficiente para regir los destinos del partido con la mano de hierro que exige el paso a la oposición y la gestión de los miles de fontaneros que necesita nuevo acomodo.
Quien sale claramente reforzado es Eduardo Zaplana, que podrá convertirse en el azote parlamentario del Gobierno. Y sale reforzado a pesar de que su Portavocía no respaldó a Acebes en el fin de semana trágico del 11-M. Primer conflicto que Rajoy deberá de resolver. Además, Zaplana ha tratado de cuidar su feudo valenciano con especial mimo. Siendo ministro de Trabajo y Asuntos Sociales, regresaba casi todos los fines de semana a la comunidad valenciana para pastorear a su partido. Pero Paco Camps se ha hecho con la Generalitat y no quiere ingerencias desde Madrid. Zaplana no podía regresar a su feudo y se ha visto fortalecido por un partido obligado a emprender de nuevo la travesía en el desierto. Aunque, esta vez, con 9.600.000 votos.
Quien también ha tratado de pastorear su parroquia ha sido Javier Arenas. El problema no es sólo que haya perdido las elecciones andaluzas, sino que ha perdido por una goleada independiente del 11-M por falta de inversión. Desde las bases del PP andaluz, se critica la ausencia de un candidato fuerte para enfrentarse a Chaves y el déficit de apuesta del partido por recortar el totalitarismo del PSOE andaluz. Y el chivo expiatorio del desastre ha sido Arenas. Y no de forma gratuita, sino justificada, porque ha sido el mismo Arenas quien ha torpedeado el relanzamiento del partido para garantizarse el control. El político sevillano se encuentra en horas bajas. Pasó de ministro de Trabajo y Asuntos Sociales a la fría Secretaría general de un partido que andaba solo. Su esperanza era regresar a la política activa en compensación al sacrificio aceptado sin rechistar. Pero el 14-M marcó la fecha del final. Y, como todos los derrotados, busca refugio con otros "apestados" del partido.
Resultó muy llamativo que mientras Rajoy daba cuenta del nuevo organigrama, Javier Arenas y Alberto Ruiz-Gallardón se levantarán simultáneamente y se pasaran por delante del las cámaras de televisión, que no pudieron esquivar su presencia. Después explicaron que se levantaron al baño. Necesidad obliga. Como las mujeres, por parejas... La pareja de los desheredados del ‘aznarato' que buscan la notoriedad, aunque sea de la manera más tosca y soez. Al final, acabarán de ministros de Defensa...
Queda la incógnita de Rodrigo Rato. Hasta el 14-M, la opción Rato resultaba incontestable. Rajoy se desprendía del verdadero líder del PP, el PSOE se libraba del azote Rato, España conseguía un puesto de privilegio en un organismo internacional, Estados Unidos apoyaba la propuesta de su socio y aliado, y Europa conseguía tener a un europeo en el prestigioso sillón internacional. Pero, ahora, las cosas han cambiado y Francia ha empezado a plantear la posibilidad de presentar un candidato francés. Por su parte, el PSOE se debate ahora entre apoyar o no la candidatura Rato. Es verdad que "a enemigo que huye, puente de plata", y Rato en Washington es un Rato que no molesta con una dura oposición en el Parlamento. Pero también es verdad que si Rato no viaja a Washington, se convertirá en una previsible "mosca cojonera" del partido. Obviamente, con la situación actual, la posibilidad de su desembarco a la gran empresa está más que mermada.