No se cuántas veces la presidenta argentina, Cristina Fernández, habrá manifestado que está con la vida, justo al tiempo que sus próximos van legalizando el aborto en Argentina con normativas estatales y con las habituales trampas de los mercaderes de la muerte. No es que la oposición conservadora, especialmente Mauricio Macri, sea un gran defensor de la vida, pero también se ve obligado a desmentir con los hechos lo que predican en teoría.
Y es que la sociedad argentina, carcomida por la violencia y la corrupción, sí, no está tan podrida como la española. En Argentina todavía se valora la vida humana más indefensa y más inocente, y hasta la peronista montonera Fernández tiene que andar con cuidado a la hora de quitarse la careta. Se la juega en las presidenciales de otoño.
Me envían una gacetilla sobre la marcha de los Escarpines, costumbre de la que no tenía noticia, una marcha tan valiente como pacífica. No hay mayor coraje que la de aquel que renuncia a la violencia. En Argentina, y en toda Iberoamérica, y en todo el globo, el derecho a la vida es la clave del futuro del mundo. Enhorabuena, escarpines.
Eulogio López
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