- La huelga general convocada por varios grupos sindicalistas opositores al Gobierno tuvo un amplio eco en todo el país.
- Los huelguistas reclamaron un reajuste de los salarios, menos impuestos y más seguridad ciudadana.
- Acosada por los problemas, la popularidad de la presidenta se debilita.
- "Hay problemas, siempre los tuvimos, pero por favor, que no nos quieran convencer de que todo está mal y todo es horrible", escribió Fernández en twitter.
La protesta de un día, en la que participaron sindicatos del transporte público, camioneros, portuarios y trabajadores estatales, reclamó un reajuste de los salarios y una disminución de los elevados impuestos a las remuneraciones.
El secretario general del sindicato CGT, Hugo Moyano, dijo que la presidenta se maneja con "soberbia" y pidió escuchar las reivindicaciones. "El paro (huelga) es para ratificar que haya paritarias (negociaciones salariales) libres", dijo Moyano, quien pidió también un aumento salarial "de emergencia" a jubilados y medidas gubernamentales para paliar la creciente violencia urbana.
Como siempre en estos casos, la acción de los piquetes pudo írseles de las manos a los sindicatos. Pero lo que sorprende es que lo justifiquen. Según Moyano, algunos sectores "creyeron que tenían que hacer piquetes", pero aclaró que "esto existió siempre, históricamente". "Quisieron hacer creer que la gente no fue a trabajar por los piquetes y es mentira", dijo.
Muy contraria ha sido la opinión del Gobierno que, a través del jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, que consideró que la huelga ha sido "un gran piquete nacional". Y añadió que los organizadores "pretenden sitiar los grandes centros urbanos", "una metodología a la vieja usanza del medioevo". "En la Edad Media los señores feudales impedían el acceso a la población. No hay lugar para la barbarie ni para medidas que conspiran contra el libre ejercicio del derecho de huelga de los trabajadores", dijo Capitanich.
Y a todo esto, ¿qué dijo Cristina Escribió este miércoles en su Twitter que "con todas las dificultades, vivimos en un país mucho mejor del que teníamos en el 2003", y añadió: "Hay problemas, siempre los tuvimos, pero por favor, que no nos quieran convencer de que todo está mal y todo es horrible".
Pero no debe ser cierto, a juzgar por los análisis de los periodistas argentinos. Por ejemplo, como explica Joaquín Morales en La Nación, "la alta inflación de los últimos años, y la más alta de los últimos meses, acumuló malhumor en casi todos los argentinos". "La plata no alcanza, entre algunos argentinos al menos, ni para seguir comiendo como comían". "Entre esas penurias económicas se coló el auge de la criminalidad, que es el principal problema de los argentinos desde hace muchos años".
Por su parte, en Clarín, Ricardo Kirchsbaum apuntaba que "el Gobierno podrá tratar de hacerse el distraído y entretenerse en chicanas menores. Lo que no podrá hacer, a pesar de que lo intenta, es retroceder la película: la masiva huelga ha mostrado que una buena porción de la sociedad tiene muchos y fundados motivos para protestar". Y añade: "La transición hacia la entrega del poder en 2015 es inexorable. Cristina sujeta las riendas de gobernadores necesitados de fondos, repitiendo el método disciplinario de Néstor. Sin embargo, todo tiene límite: la huelga de ayer lo demostró".
También en Clarín, Julio Blanck explicaba que "los puntos centrales de la convocatoria fueron la inflación que carga de angustia el día a día de los trabajadores y sus familias; el impuesto a las Ganancias que se come cada mes una porción creciente del salario; la inseguridad que restringe el sentido último de la libertad; los tarifazos que son parte de un ajuste que paga la sociedad pero no el Gobierno; el aumento insuficiente, irrisorio e indignante a los jubilados.
Como es fácil percibir, se trata de cuestiones que exceden la lógica y la necesidad puramente gremiales". Y denunciaba que "para la inflación, la inseguridad y el ajuste no hubo ni hay respuesta" por parte del Gobierno.
José Ángel Gutiérrez
joseangel@hispanidad.com