El ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, se disculpó por las formas, pero no por el fondo. Es más, fue más allá en sus acusaciones agravando lo que los populares consideran como "calumnia". El portavoz de Exteriores del PP, Gustavo de Arístegui, considera estas declaraciones como "intolerables, un absoluto despropósito".

Según señaló Arístegui en Intereconomía, Moratinos tiene la "mandíbula de cristal", no acepta la crítica. "No tiene sentido de Estado y no existe ningún precedente en el que un Gobierno legítimamente democrático acuse a otro Gobierno legítimamente democrático de golpista", concluye el diputado popular. En su opinión, el canciller español realizó una interpretación "torticera" de los telegramas dirigidos a Exteriores en las fechas del golpe.

Además, Moratinos se contradijo a sí mismo. En el programa de TVE señaló : "En el anterior Gobierno, cosa inédita en la diplomacia española, el embajador español recibió instrucciones de apoyar el golpe". Una tesis que mantuvo en la Comisión de Exteriores, aunque matizó que no condenó el golpe, para, segundos más tarde, afirmar que había condenado tarde, y, posteriormente, afirmar que el Gobierno Aznar fue incapaz de gestionar la crisis. ¿En qué quedamos?

Arístegui maneja tres posibles versiones del "desatino": O se le calentó la boca, "en cuyo caso está inhabilitado para ejercer las más altas funciones de representación de España", o realmente se lo cree, o se encuentra en una estrategia deliberada de destruir al adversario "ante la imposibilidad de presentar un balance digno dentro de tres años y medio".

El portavoz popular explica la ruptura en las relaciones con el Gobierno porque afirma no sentirse representado por un calumniador: "Calumniador y calumniado no pueden sentarse en la misma mesa sin que se entienda que el calumniado asume las calumnias del calumniador. "Por lo demás, si yo pensara que mi oposición es golpista, no desearía consensuar con ella absolutamente nada", señaló Arístegui.