Finalmente, el domingo 20 votaré a Solidaridad y Autogestión Internacionalista (SAIN).

Mi alternativa era el voto en blanco. Sigo considerando válido y útil introducir el sobre en la urna sin ninguna papeleta. Al menos para quien quiere votar en coherencia, es decir, en conciencia.

El voto en blanco nada tiene que ver con la comodona abstención. El que vota no es un antisistema, cree en la democracia, sólo que no le gusta ninguna de las opciones que le ofrecen. Yo, como católico, voto a quien respete y fomente los principios no negociables de Benedicto XVI: vida, familia, libertad de enseñanza y bien común. Además, añado un quinto de mi cosecha que también considero no ineludible: la libertad de culto, sin la cual no puede haber pensamiento libre ni libertades públicas. Si no encuentro ninguna formación que respete estos principios (el PP no respeta la vida humana) no les voto y en paz. Gane o pierda.

Pues bien, he encontrado una formación a la que votar en Madrid, toda vez que ha conseguido salvar los avales necesarios para presentarse, esto es, la trampa de los partidos parlamentarios para quitarse competencia de en medio. Eso es lo que ha desanimado a Familia y Vida y AES, los otros dos partidos que se presentan a las elecciones y que sólo estarán presente en Ávila y Baleares (FyV) y en Navarra (AES).

El partido del que hablo se llama Solidaridad y Autogestión Internacionalista y esto es lo que ofrece SAIN. El nombre no es eufónico pero por eso me gusta: se trata de votar contenidos ¿no?

SAIN es un partido de izquierda. Incluso nuestra izquierda progre-capitalista, tipo PSOE, lo calificaría como de extrema izquierda, de la misma forma que calificarían de ultraderecha a AES y de partido temático o 'friqui' a FyV. Pero una norma de conducta segura consiste en hacer, decir y pensar justo lo contrario de lo que hace, dice y probablemente piensa, la progresía.

Me gusta todo lo que propone SAIN. El único fallo que apuntaría sería la concepción, en mi opinión corta, de lo que representan los mercados financieros hoy en día pero me es igual, porque subsumen ese asunto dentro del cuarto principio no negociable -el bien común-: la solidaridad que les da nombre.

SAIN es hijo político del Movimiento Cultural Cristiano. Movimiento que, es cierto, ha recibido un toque de la Iglesia por sus innovaciones litúrgicas, pero sólo en su aspecto formal. Y el nombre del MCC también me gusta. Como repite mi amigo Juan Manuel de Prada, el problema del siglo XXI es el pensamiento cristiano. Pues eso.

Eso sí, SAIN no es apto para aquéllos que votan para ganar. Por cierto, ¿para ganar qué?

Los salarios estúpidos, los salarios. Bueno, y los cuentapropistas. La actualidad económica preelectoral viene marcada por la crisis de la deuda, que es algo que suena bastante virtual. Ya antes de llegar a La Moncloa, Mariano Rajoy se ha arrodillado ante los mercados financieros y ante Berlín -que es lo mismo- y con la prima de riesgo en 525 puntos básicos a primera hora de la mañana del viernes, todos sabemos de qué va esto. Don Mercado Financiero está chantajeando al nuevo Gobierno, al igual que chantajeó al anterior (aunque ZP, ciertamente, se lo ha buscado por su insensatez y su resentimiento).

Y con ese predominio de la economía financista ocurre que la economía real queda aparcada. Por ejemplo, han quedado aparcados los salarios, la política de rentas.

Y resulta que el mayor problema de la economía española tiene dos caras: el mucho desempleo y los muy bajos salarios vigentes en España. Pero el empleo no se arregla bajando aún más los salarios. Ese es el modelo chino, que puede definirse así: la economía china va muy bien, las economías de los chinos van muy mal.

Por otra parte, España no crea empleo porque los españoles no tienen dinero para consumir, bastante tienen con salir adelante. Y si nos hay consumo no hay producción, si no hay producción no hay empleo. Por tanto, lo que hay que hacer es subir los salarios bajos. Justo lo contrario de lo que proponen PSOE y PP: controlarlos en el nivel de subsistencia.

Y sí, el Gobierno marca los salarios, porque marca el salario mínimo, que a su vez indicia al resto. Así que una medida que transformaría todo el aparato productivo español sería elevar el Salario Mínimo Interprofesional (SMI) desde los 641 euros actuales hasta los 1.000 euros mensuales.

Con ello se potenciaría el consumo y, sobre todo, se haría justicia, además de reducir la economía sumergida si se combina esa subida salarial con una reducción -o por qué no, anulación- como en Dinamarca, de las cuotas sociales y su sustitución por una subida del IVA.

Por otra parte, con una subida fuerte del SMI se podría vender flexibilidad laboral, en un país al que el paro ha afectado más que a ninguno otro de Occidente: (21,3% de la población activa). ¿O es que pretenden que los sindicatos acepten despido libre con salarios de subsistencia?

Pero me temo que ninguno de los dos líderes nacionales tienen categoría para ello: ni el demagogo Rubalcaba ni el tibio Rajoy. Para una medida de ese calado se precisa mucho temple.

Y, junto a ello, relanzar la propiedad privada. La pequeña propiedad privada, se entiende, que al adjetivo es esencial. Una sociedad en que cada cual se pueda hacer cuentapropista, se pueda montar su propia máquina de facturar. Caminar hacia una sociedad de proletarios, una sociedad servil, hacia otra de propietarios, que es mucho más libre.

En el fondo, es a lo que vamos pero con desesperante lentitud y forzados. Pero es lentitud que provoca mucho paro y mucha desesperación. Provoca, sobre todo, que con salarios de subsistencia no haya forma de consolidar familias ni de que la gente tenga hijos. Y si son familia estable y numerosa no hay economía que aguante, no hay sociedad solidaria. Sin familias estables puede haber sociedad estatista o sociedad capitalista: ambas son sociedades de siervos, no de hombres libres. Los socialistas proponen una sociedad regida por el Estado, es decir, por ellos mismos. Los populares ofrecen una sociedad donde la única propiedad es la posesión de títulos de deuda pública o acciones de grandes empresas. Pero Juan Español no manda nada, ni en el Gobierno ni en el BBVA por el hecho de poseer unas acciones del mismo. En el Estado manda Moncloa, en el BBVA manda Francisco González. Y ambos usurpan el poder y el dinero de los demás. El único hombre libre, y el más eficiente, es el pequeño propietario. Esa es la sociedad justa, libre y solidaria. Y es, como no podía ser de otra forma, la sociedad cristiana. ¿Qué partido ofrece esto? Desde luego no el PP ni el PSOE.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com