Viajaba yo en el AVE 03170, Barcelona-Madrid, del jueves 19, 17,30 cuando una agraciada azafata pasó con una enorme bolsa que enseñaba a los viajeros mientras les inquiría:

-¿Algo para reciclar?

Desde que me dedico al periodismo ando lento de reflejos, así que reconozco que, en un primer momento, no comprendí el mensaje. Al ver la bolsa y en especial la prudente distancia que la señorita establecía entre su uniforme y la bolsa que blandía, caí en seguida -lento de reflejos pero muy agudo-: Ésta nos está pidiendo basura desperdicios, inmundicias, sobras.

Recordé al negro listo de Memorias de África:

¿Sabes lo que es la porcelana? Sí, se rompe.

Es todo lo que necesita saber de la porcelana. Hasta ahora, los desperdicios tampoco exigían un master: bastaba con tirarlos en una bolsa.  Pero ahora, tan prosaica actividad ha sido elevada a la categoría del reciclaje, que supongo guarda excelentes connotaciones semánticas con conceptos tan nobles como los de calentamiento global, biodiversidad, etc. Es decir, que lo único que hay que saber de la basura es que se recicla.  

Como no tenía nada que reciclar -¡Vergüenza!- volví a las actividades propias de mi condición de cliente, que no de viajero. Fue entonces cuando sonó la alarma. Un timbre estridente, molesto y que no se brindaba a la paz y el sosiego de espíritu.

Por supuesto nadie se preocupó de informar a los clientes de qué ocurría; pero se vio pasar a un uniformado con la expresión propia de quien ha recibido una mala noticia, que hablaba por un  interfono: es el coche seis, el coche seis.

¡Puñetas: si éste es el coche seis! ¿Dónde se habrá escondido Ben Laden?

Pero no, no se trataba de Ben Laden. Al parecer, los que velaban por nuestra seguridad habían dado con el origen del mal, con el delincuente, porque en todo el tren resonó una voz terrible maléfica, intimidante:

-Recordamos a los clientes que está prohibido fumar en todos los departamentos del tren ¡incluidos los lavabos!

Sólo le faltó añadir: ¿Te enteras, pedazo de terrorista?

Sinceramente, no quisiera estar en los zapatos del infractor. Creo que no ha sido fusilado pero su vida ya no será nunca, jamás, como antes de haber infringido la ley de modo tan abyecto. Enemigo público, sin duda, amén de uno de nuestros peores ciudadanos.

¿A ver si es que nos hemos vuelto todos locos y no lo sabemos? O a lo mejor es que la demencia sólo afecta al AVE. En cualquier caso, la alta velocidad tiene la definición de la modernidad: reciclamos la basura y a los canallas. Al menos, a los canallas políticamente incorrectos. Porque lo de los fumadores clandestinos, pueden creerme, no es sino pura maldad.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com