Dice Expansión que los bancos de inversión están compitiendo con las constructoras en el negocio de las infraestructuras. Así es, aunque el asunto forma parte de un movimiento más amplio, ante el agotamiento del modelo de banco de inversión, consistente en intermediar en negocios ajenos donde el banco apenas corre riesgos.

Ese movimiento, cuya paternidad podemos atribuir a Morgan Stanley y a Deutsche Bank, consistía en acompañar, no sólo al emprendedor sino también al ahorrador en su negocio, en una mezcla de banco de inversión y empresa de capital riesgo. Ojo, acompañar, no sólo al empresario, sino también al ahorrador. En otras palabras, ofrecer a partícipes de fondos de inversión o de pensiones, participaciones en negocios que el propio banco inicia acompañado de emprendedores especializados en el sector del que se trate. Todo ello forzado por la imperiosa necesidad de invertir, dado que, desde hace dos décadas, el mundo vive de forma permanente sobre un océano de liquidez.

Ahora bien, ninguna institución siente una mayor aversión por el riesgo que los bancos de inversión. Por esa razón, por el momento se conforman con entrar en el sector de las infraestructuras, aquel que exige inversiones cuantiosas pero cuya posibilidad de fracaso es mínima o depende del presupuesto público. Y en forzar la voluntad de los gobiernos ahí sí que son especialistas los bancos de inversión.