El mencionado acuerdo de Basilea II elude cualquier referencia a los paraísos fiscales. El Comité de Supervisión Bancaria considera que este nuevo acuerdo se refiere a los recursos propios y que, por tanto, no debe plantearse este cáncer del sistema financiero internacional. Criterio cuando menos discutible, dado que se está hablando de legislación bancaria y los paraísos fiscales, refugio del dinero de los grupos terroristas, narcotraficantes, los traficantes de armas, o simplemente los que eluden a Hacienda, existen porque hay países, autoridades políticas y monetarias que los permiten. Además, distorsionan toda libre competencia financiera y son los mayores centros de blanqueo de dinero del mundo.

Otro problema de Basilea II, cuyo acuerdo final podría firmarse en verano, estriba en que considera las titulizaciones como algo bueno. Es más, la última redacción simplifica los trámites para titulizar, al tiempo que pondera de forma distinta el riesgo de cada operación. Ahora bien, toda titulización no hace más que aumentar la rueda especulativa de los mercados financieros.

Tercera y peligrosa omisión. Basilea II tampoco toca, cada vez más preocupante, la ingente emisión de deuda subordinada y participaciones preferentes. Y este fenómeno (por cierto, realizado tantas veces a través de los mencionados paraísos fiscales) sí se refieren a la solvencia de las entidades bancarias, e incluso algo peor: constituyen el mejor sistema con el que bancos y empresas ocultan su deuda real y, por ello, su grado real de solvencia.

Por lo demás, el resumen más sucinto de Basilea II es el siguiente: castigar a los bancos de inversión y a la banca industrial, y favorecer a las entidades cuya especialidad es la banca doméstica, para particulares y pymes.