Arquitectura mundial del ahorro: fastidiar al sector privado y obligar a comprar deuda pública

 

Las participaciones industriales, propias de la banca española, sobre todo de las cajas, las más penalizadas. Los bancos no invierten en deuda -en lugar de en pymes o en grandes empresas- porque sí, sino porque Basilea les obliga. Si a los tres grandes bancos franceses se les aplicaran los requisitos exigidos a las cajas de ahorros habrían entrado en la UVI bancaria.
El grupo Santander tiene un apalancamiento del 15,8%. Si de Emilio Botín pasamos a Francisco González, el otro gran grupo bancario español, el BBVA, reduce la dependencia de los capitales ajenos hasta el 14,8%%, siempre según los cálculos (sobre total activo) del analista francés Jean-Pierre Chevallier.

Si lo comparamos con los cocientes de apalancamiento de la gran banca francesa, que no ha sido la peor de la crisis, nos encontramos con que el Crédit Agricole anda por el 22,6, la BNP está en el 27,2 y Societé Generale en el 49,3.

Hablamos de la presunta clave de la solvencia bancaria en el mundo: la relación entre fondos propios y ajenos, o dicho de otro modo, el coeficiente de recursos propios. Por ejemplo, si a los tres grandes bancos franceses se les aplicaran los criterios con los que el Banco de España y el Gobierno Zapatero han tratado a sus propias cajas, exigiéndolas un coeficiente del 10%, no en 2013 sino ya mismo, los tres monstruos galos habrían tenido que pasar  a la UVI bancaria (últimamente varias 'uvis' bancarias).

En resumen, se trata de medir la solvencia bancaria según criterios que perjudican especialmente a una banca -sobre todo a unas cajas de ahorros- comprometidas con el crecimiento industrial, alejados, por tanto, del espíritu de los bancos de inversión. Sin embargo, es la banca española la que arrastra peor fama y lo peor es que las propias autoridades españolas están contribuyendo a esta nueva arquitectura financiera, donde lo que importa no es ser un banco bueno sino un banco grande. O mejor, donde se identifica lo grande con lo bueno.

Y es que Basilea, el centro neurálgico de la nueva arquitectura mundial, sigue criterios muy anglosajones, justo los que perjudican a España.

Y el problema es más grave, porque los cocientes de apalancamiento y de consumo de recursos propios no son directos, sino ponderados. En otras palabras: Basilea anima unos tipos de inversiones y penaliza otros. Por ejemplo: la inversión de los bancos en deuda pública -la que impelen los gobiernos- no está penalizada, no consume nada de recursos propios: el 0 por 100. La compra de deuda, en otras palabras, puede hacerse a coste cero. Sin embargo, si un banco otorga un crédito hipotecario consume el 2,8% de recursos propios. Si se trata de un crédito al consumo el 8%. Su inversión en bolsa entre el 8 y el 12%. Pero, ojo, si se trata de una inversión de control podría llegar hasta el 100 por 100, es decir, que cualquier participada debe hacerse con fondos propios en su totalidad.

Vamos, que Basilea se ha cargado la banca industrial. Y lo malo es que las empresas estratégicas españolas siempre han sobrevivido a los depredadores gracias a la participación estable de las cajas de ahorros. Ahora, con las nuevas exigencias, se les obliga a vender esas empresas, generalmente al capital-riesgo, destroza-compañías y madres del apalancamiento. En España, empresas como Telefónica, Iberdrola, Indra, Abertis, Gas Natural, Iberia, NH Hoteles, etc., mantienen su independencia y su capacidad de toma de decisiones en España gracias a la presencia de las cajas de ahorros. Como se les ha obligado a aumentar su coeficiente de recursos propios, ponderado sistema Basilea, ahora se ven obligadas a venderlas.

¿Cómo han solucionado Alemania, Francia o Italia esta arquitectura mundial? Pues manteniendo la propiedad estatal de las empresas. Y a otra cosa mariposa.

El segundo y aún más lamentable consecuencia del esquema Basilea consiste en la ponderación de esos recursos propios, un eufemismo que significa que el sector bancario está teledirigido por los políticos, los mismos políticos que se quejan de que los bancos niegan el crédito al sector privado al tiempo que les obligan a invertir en deuda pública, en 'su' deuda pública, según el termómetro antes reseñado.

Claro que no hay crédito para las pymes: está todo invertido en deuda pública que es, precisamente, la que está hundiendo a la economía.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com