La discusión sigue siendo la de siempre: Francisco González exige un sistema de protección de activos o elevar la capitalización de la entidad.

Exige, en suma, el modelo Bankia. Mientras, la reconversión del sector está paralizada.

El Santander no quiso hacerse con la Caja de Ahorros del Mediterráneo (CAM), la más temida del país, porque nadie sabe sus verdaderas cuentas. Emilio Botín exigía un sistema de protección de activos, algo similar al modelo Bankia: un banco bueno y uno malo, por cualquier modalidad. Y en el malo colocar todos los activos tóxicos, más bien podridillos, con el aval del Estado, naturalmente. Por supuesto, no hubo acuerdo.

Se intentó luego con Ibercaja. El Banco de España recibió la misma respuesta de Amado Franco. Todos quieren el modelo Bankia, que es el que tiene menos riesgo y seguramente será el más costoso para el erario público. Con Ibercaja la negociación subió de tono y la entidad aragonesa incluso amenazó al supervisor con llevarle ante los tribunales comunitarios por trato de favor, en este caso, a la entidad que preside Rodrigo Rato.

Ahora, el gobernador Fernández Ordóñez ha acudido al BBVA, quien aún tiene pendiente una posible fusión con Bankia, aunque el proceso va para largo. Es verdad que al BBVA le puede convenir una red de oficinas en el Levante pero, sobre todo, le interesa absorber un negocio subsidiado. Por el momento, eso sí, BBVA exige el sistema de banco bueno-banco malo o que se eleve la capitalización prevista, que rondaría los 3.000 millones de euros (nunca aceptada por el Banco de España).

Y el problema es que la reconversión del sector cajero está paralizada. Hasta que no se resuelva el asunto CAM, no se podrán abordar todas las fusiones previstas. Por ejemplo, Catalunya Caixa y Nova Caixa Galicia, además de los muchos flecos pendientes en Banca Cívica o Banco Base.

Eulogio López
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