A pesar de ello, suben los hombres de Cano. Monell y Apoita.
Decíamos ayer, que el consejero delegado del BBVA, José Ignacio Goirigolzarri, no se marchó: le echó el presidente, Francisco González, cuando creyó que ya no le necesitaba y se quitó de en medio a su principal competidor para perpetuarse en la Presidencia del BBVA.
Ahora hay que añadir algo más. FG recurre al inexperto Ángel Cano, no por su capacidad sino por su sumisión al líder. De paso le baja el sueldo. Ahora bien, Cano solo pidió que José Sevilla, el mejor estratega del BBVA, el perfil más idóneo para consejero delegado, desapareciera del mapa, FG, un verdadero killer, accedió a la petición, a pesar de que Sevilla ha trabajado con él en distinto cometidos y en distintas compañías.
El cese fue aún más fulminante que el de Goirigolzarri: éste se consumó en 24 horas, el de Sevilla en uno.
Ni José Barreiro ni Juan Asúa, los dos soportes del negocio de BBVA tienen alma de consejero delegado, pero Sevilla sí. Por el momento, al igual que Goiri sigue en el paro.
Por lo demás, Ángel Cano ha elevado a sus dos fieles, Ramón Monell y Juan Ignacio Apoita, que tampoco tienen mucha experiencia de negocio pero que son de su cuerda, al Comité de Dirección. Los otros miembros de este organismo clave en el día, no le molestarán. El veterano -procede del desaparecido Banco de Bilbao- Vicente Rodero, Manuel González Cid, Eduardo Albizu, Carlos Torres, son ejecutivos perfectamente domesticados.
La meritocracia no cunde en el BBVA de González y Cano. Y el consejero delegado, a prueba.
Eulogio López
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