Se esperaba algo así desde que el pasado 26 de julio el Santander Central Hispano (SCH) anunciara a bombo y platillo su integración con el británico Abbey National Bank. El BBVA se quedó entonces con la brocha en la mano, a pesar de que el consejero delegado, José Ignacio Goirigolzarri, se manifestara media docena de veces muy satisfecho con las perspectivas para el BBVA y que no iban a mover ficha por el hecho de que el Santander la hubiera movido.
Este era el mensaje políticamente correcto: "Nosotros a lo nuestro". El problema es que "lo nuestro" ahora también es salir de compras. El SCH ha abierto la veda de las operaciones transfronterizas en el seno de
Veremos, porque para el presidente del BBVA, Francisco González, una operación corporativa es tan necesaria como el comer. Dejaría de ser un personaje "non grato" para el Gobierno, para convertirse en el "asunto de Estado". En eso estamos.
De momento, llamada al orden a los directivos del banco para que den el "dó de pecho" y sean capaces de cumplir con los objetivos de crecimiento marcados para este año. FG y el consejero delegado, José Ignacio Goirigolzarri, están satisfechos con la marcha del grupo. Presumen de ser los primeros en rentabilidad y eficiencia del Eurostoxx. Califican el crecimiento del 16,1% del primer semestre de "consistente". Pero exigen a los directivos que "salgan del pelotón" para convertirse en "una de las entidades de referencia mundial". O sea, los mismos sueños de grandeza que don Emilio.