- Quieren que el BCE compre bonos en el mercado secundario y que incluso los tipos entren en valores negativos, algo así como una contradicción en origen del oficio bancario.
- Mario Draghi no ha cedido y ha mantenido el precio oficial del dinero en el 0,25%.
- Eso sí, ha asegurado que hay unanimidad sobre la posibilidad de introducir medidas de estímulo adicionales (más manguerazo).
- Y a la bolsa le ha parecido suficiente: al final ha repuntado tras desinflarse a lo largo de la mañana.
- Es decir, que seguimos viviendo en un océano de liquidez que, como es lógico, corre paralelo a una deuda creciente, tanto público como privada. Es la marca de la crisis actual.
- Por otra parte, continúa el divorcio progresivo entre el precio oficial del dinero y el precio real del crédito a la producción y al consumo.
- Y lo más importante: contra la deflación no se lucha con dinero barato sino con impuestos bajos y salarios dignos: no se vende ni suben los precios porque la gente no tiene para comprar.
Se había generado gran expectación por la reunión del Banco Central Europeo celebrada este jueves, aunque los analistas daban por hecho que el BCE iba a mantener los tipos de interés en el 0,25%, como así ha sido. Y es que los especuladores ya se han acostumbrado a que la manguera esté abierta y ahora exigen más. No les basta con sobreabundancia de liquidez en la que seguimos inmersos.
Quieren que el BCE compre bonos en el mercado secundario y que los tipos de interés sean negativos. Vamos, lo que es una contradicción en origen del oficio propiamente bancario.
En cualquier caso, Mario Draghi (en la imagen) no ha cedido a las presiones y ha decidido mantener los tipos en el 0,25%, lo que ha provocado el descenso de los mercados. Sin embargo, durante su comparecencia ante los medios, el presidente del BCE ha asegurado que existe unanimidad en la entidad sobre la posibilidad de tomar medidas de estímulo adicionales en caso de necesidad.
Es decir, que en el BCE están de acuerdo con abrir la manguera todavía más si ven un riesgo real de deflación. Los mercados han considerado importante el matiz de la unanimidad en el seno del BCE: las bolsas han vuelto a crecer después de ir desinflándose a lo largo de la mañana.
En otras palabras: seguimos viviendo en un océano de liquidez que corre paralelo a una deuda que no para de crecer, tanto pública como privada. Más la primera que la segunda. Es la seña de identidad de la crisis actual y que muy probablemente, según las medidas que están adoptando las autoridades, durará muchos años.
A todo esto, continúa el divorcio progresivo entre el precio oficial del dinero -instalado en el 0,25%- y el precio real del crédito a la producción y al consumo, muy superior a ese 0,25%. ¿Recuerdan cuando la brecha era de uno o dos puntos básicos Qué tiempos aquéllos. Pero ahora estamos instalados en la economía rentista, contraria a la economía de la producción. Y los tipos bajos benefician a la primera.
Pero no nos olvidemos de lo más importante: contra la deflación no se lucha con dinero barato sino con impuestos bajos y salarios dignos. En otras palabras, no se vende ni suben los precios porque la gente no tiene para comprar. Por tanto, no es cierto -o al menos no totalmente cierto- lo que dijo este miércoles la directora gerente del FMI, Christine Lagarde, que la deflación evita que la gente compre, a la espera de que los precios bajen aún más.
Mire, Sra. Lagarde, la gente compra cuando puede o cuando lo necesita. Lo que dice usted se puede aplicar a los ricos cuando compran artículos de lujo o no necesarios. Otra vez, la economía rentista contra la economía de producción. Nadie deja de comprar pan hoy porque vaya a ser más barato mañana. Sí es posible que retrase la compra de una residencia de vacaciones si piensa que bajará su precio en unos meses.
Además, la deflación no es tan terrible como dicen. Lo que ocurre es que favorece a los acreedores y perjudica a los deudores, al revés que la inflación, y el gran deudor es el sector público.
Pablo Ferrer
pablo@hispanidad.com