Lo más peligroso del mundo es estar vivo; la vida de uno siempre corre peligro. Pero cualquier que se acobarde ante ello, es un traidor al gran plan y experimento de ser.
He ido a buscar esa cita de Chesterton cuando me he enterado, por la editorial que editó sus obras, Libros Libres, que la riojana Olga Bejano, la pentapléjica más longeva del mundo, había muerto.
Porque la forma más profunda del pensamiento es el agradecimiento y la gratitud primera consiste en valorar la existencia que nos ha sido dada que, por muy dura, que sea, siempre será infinitamente superior a la nada.
La vida de Bejano ha sido una colleja a todos los mentecatos que predican muerte digna y que no tiene ni idea de lo que supone con dignidad. Todos los indolentes, los querellados contra la existencia, merecen esa otra cita de Chesterton, el hombre que compró una pistola, que jamás aprendió a usar, con el noble fin de proteger a su enamorada de piratas y bandidos. Jamás utilizó el arma, pero confesaba su propensión a hacerlo en una única situación: Cuando escucho a alguien decir que no merece la pena vivir, me dan ganas de coger la pistola y pegarle un tiro, siempre con el mejor resultado.
Chesterton y Bejano amaban la vida. Por eso la disfrutarán eternamente. No han resucitado al tercer día -como se mofaba cierta diputada socialista, pelín cretina-, sino de inmediato, y ahora, aprovechado su tiempo, descansan fuera del tiempo. Chesterton, con cuarenta kilos menos pero igualmente glotón; Bejano, con una movilidad que envidian los mejores atletas.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com