Esta clarísimo : lo mejor para vender una Ley, nada menos que orgánica, es centrarse en una tontuna, lo suficientemente ridícula como para impactar en la mayoría silenciosa y lo suficientemente tonta como para no suponer nada. Así, La Ley Orgánica de Defensa Nacional, discutida hoy en el Congreso de los Diputados ha sido vendida como un agrio enfrentamiento entre todos los grupos políticos por un lado y ¿el Gobierno?, no el principal partido de la oposición, el PP. Ese genio de la demagogia que es el ministro de Defensa, José Bono, el Bonoconvertible, advirtió que no habría más Iraq y que a partir de ahora todas las intervenciones militares en el extranjero pasarían por el parlamento. Es decir, que los soldados españoles intervendrán en conflictos pero lo harán democráticamente.
Como no podía ser menos, los populares entraron al trapo, y en lugar de mirar al futuro, que diría D. Mariano, volvieron a repetir que la intervención en Iraq resultó totalmente legítima, si ustedes me entienden. La verdad es que, legítima o no, España no intervino en la guerra de Iraq, sino en la postguerra, y, como recordaba Felipe González, cuando todo acabó llegó nuestro primer barco, cargado con agua mineral.
Es decir, que se habló de Iraq. Que es donde Aznar pinchó y donde Zapatero ganó. El efecto Iraq ayudado por el asesinato de 192 personas el 11-M, y que llevó al poder al PSOE. De otra forma, el señor Bono no sería ministro.
Pues bien, la bronca estuvo ahí, en Iraq, pero naturalmente ni se habló del gran error de Aznar, que no fue el apoyo a Bush en la Guerra de Iraq, sino el final del Servicio militar. Lo digo yo, que soy inútil total, y que no paré, como buen pacifista juvenil, hasta librarme del servicio, pero la mili supuso para muchas generaciones algo fundamental: la constatación de que si la sociedad hacía algo por ellos, ellos debían hacer algo pro la sociedad. Por ejemplo : contribuir a su defensa. Ahora, por contra, tenemos a una Europa que fía su defensa a los norteamericanos, eso sí, al tiempo que critica el belicismo de George Bush o de cualquier otro presidente.
Es posible que el español actual no sea belicista. También es posible que no sea patriota. Pero lo realmente grave es que tendemos al egoísmo. Aunque no es un egoísmo cualquiera: es un egoísmo progresista. Como el de Bono.
Eulogio López