De hecho, parecería que el Papa es el único líder que queda en un mundo con líderes de cabeza hueca y a los que los árboles no dejan ver, no ya el bosque, sino tan siquiera la corteza que tiene ante los ojos.
Ideas diseminadas desde Alemania para el mundo por Benedicto XVI en cuatro días de periplo, muy bien aprovechados:
1. El mundo no va mal, somos los hombres los que vamos mal, perogrullada ésta siempre olvidada. En palabras del Pontífice: "Llegados a este punto, no debemos silenciar el hecho de que el mal existe. Lo vemos en tantos lugares del mundo; pero lo vemos también, y esto nos asusta, en nuestra vida. Sí, en nuestro propio corazón existe la inclinación al mal, el egoísmo, la envidia, la agresividad. Quizás, con una cierta autodisciplina, esto puede ser de algún modo controlable. Pero es más difícil con formas de mal más bien oscuras, que pueden envolvernos como una niebla difusa, como la pereza, la lentitud en querer y hacer el bien. En la historia, algunos finos observadores han señalado frecuentemente que el daño a la Iglesia no lo provocan sus adversarios, sino los cristianos mediocres".
Curioso, los enemigos citados por el Papa como más peligrosos: la pereza, la lentitud en querer.
2. Un consejo: Sed santos. Con estas palabras: " A menudo, se piensa que un santo sea aquel que lleva a cabo acciones ascéticas y morales de altísimo nivel y que precisamente por ello se puede venerar, pero nunca imitar en la propia vida. Qué equivocada y decepcionante es esta opinión. No existe algún santo, excepto la bienaventurada Virgen María, que no haya conocido el pecado y que nunca haya caído en él. Queridos amigos, Cristo no se interesa tanto por las veces que vaciláis o caéis en la vida, sino por las veces que os levantáis".
3. Viaje ecuménico a la Alemania de Lutero. Los ortodoxos, los más próximos a los católicos. ¿Cuándo vendrá la unión? Cuando podamos celebrar juntos la eucaristía: "entre las Iglesias y las comunidades cristianas, teológicamente, la Ortodoxia es la más cercana a nosotros; católicos y ortodoxos poseen la misma estructura de la Iglesia de los orígenes. Por ello, podemos esperar que no esté muy lejano el día en que de nuevo podamos celebrar juntos la Eucaristía".
4. En Erfhurt, el sábado 24, Benedicto XVI aborda su censura tajante hacia uno de los tópicos más queridos por la progresía "Dios sí, Iglesia no", porque no es posible creer en Dios si no creo con otros. Ahí va: "La fe es siempre, y esencialmente, un creer junto con otros. El hecho de poder creer lo debo sobre todo a Dios, que se dirige a mí y, por decirlo así, 'enciende' mi fe. Pero, más concretamente, debo mi fe también a los que están cerca de mí y que han creído antes que yo y creen conmigo. Este 'con', sin el cual no es posible una fe personal, es la Iglesia".
5. El comunismo cayó por mentiroso. Erfhurt se sitúa en el territorio de la antigua Alemania democrática, y allí Benedicto XVI aseguró que "los cambios políticos del año 1989 en vuestro país no fueron motivados sólo por el deseo de bienestar y de libertad de movimiento, sino, decisivamente, también, por el anhelo de veracidad. Este anhelo se mantuvo vivo, entre otras cosas, por personas totalmente dedicadas al servicio de Dios y del prójimo y dispuestas a sacrificar su propia vida". Los políticos acostumbran a decir que la gente tiene hambre de libertad. Ojalá fuera así, pero me temo que, aunque fuera cierto, el juicio resulta un tanto superficial: es mentira, de lo que tienen ganas es de certezas, de estar convencido de algo, de no dudar, porque la duda, por muy alabada que sea por la modernidad, es horrible.
6. A los protestantes, el Papa vino a decirles lo siguiente: tenemos que unirnos por arriba, no por abajo. El secularismo pretende un ecumenismo de mínimos, que habla de la unión de dos vinos aguados, lo que recuerda el viejo dicho financiero: "Fusiona dos bancos malos y tendrá tres problemas".
Y es que el objetivo del ecumenismo es Cristo, no el hombre, y Cristo es un Dios exigente, con toda la reciedumbre coriácea del amor. Por eso, "católicos y protestantes estamos juntos pero no unidos". No es posible la unidad con disolución de la identidad.
7. A los musulmanes. La clave está en la dignidad humana. Una manera muy fina, archi-delicada, de recordarles por qué se convirtió Tagore al cristianismo: un hombre cayó dentro de un pozo. Lo vio Alá y dijo: algo malo habrá hecho. Llegó Buda y exhaló: pobrecito, pero le dejó en el pozo. Sólo Cristo saca de él y perdona la caída humana… en el pozo.
Hay más problemas teológicos en el catolicismo con el luteranismo que el catolicismo con el Islam, descontado, claro está, que todos los cristianos creen en el mismo Dios y los musulmanes no. Ahora bien, el problema teológico, doctrinal, teórico, filosófico, entre el cristianismo y el mahomematanismo, la madre de todas las diferencias, es que el Islam no puede llamar padre a Dios (de hecho lo considera una blasfemia). A eso es a lo que se refiere Benedicto XVI cuando habla de que el diálogo debe versar sobre la dignidad del hombre. El Islam no valora la clemencia. Por el contrario, Cristo, mediante su redención, ha convertido a los hombres en hijos de Dios, elevándoles a la más alta dignidad que jamás se ha concedido ni se concederá, a la raza humana: hijo de Dios.
8. El amor a María. Los alemanes han sufrido la sacudida luterana y luego los dos grandes totalitarismos de la modernidad, nazismo y comunismo, la protección de la Virgen: "En dos dictaduras impías que han tratado de arrancar a los hombres su fe tradicional, las gentes de Eichsfeld estaban convencidas de encontrar aquí, en el santuario de Etzelsbach, una puerta abierta y un lugar de paz interior".
El Pontífice recordó que "cuando los cristianos se dirigen a María en todos los tiempos y lugares, se dejan guiar por la certeza espontánea de que Jesús no puede rechazar las peticiones que le presenta su Madre".
Los fieles "se apoyan en la confianza inquebrantable de que María es también Madre nuestra; una Madre que ha experimentado el sufrimiento más grande de todos, que se da cuenta de todas nuestras dificultades y piensa en modo materno cómo superarlas".
Más que nada para recordar, frente a toda la estupidez feminista, el mensaje de Juan Pablo II: que el magisterio de la Iglesia es más mariano que petrino. Los caminos de Dios no son los mismos que los caminos de los hombres, y Dios ha decidido que la excelencia de la raza humana tenga sexo femenino. Las feministas, bastante necias, consideran que la Iglesia es una estructura de poder. Por tanto, lo que importa es copar -las mujeres, o mejor, las feministas, ellas mismas- cargos en la curia. Sin embargo, el Fundador de esa Iglesia la constituyó como un solo cuerpo, cuyos miembros deben unirse entre sí por libérrima voluntad, por puro amor, y donde los cargos, o son cargas o son corrupción. Poder frente a amor: no me extraña nada que no lo entiendan y su único reclamo sea el del sacerdocio femenino: menuda tontuna.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com