Más 40% de los católicos bautizados son hispanoamericanos. Si añadimos España y Portugal, que son Iberoamérica, aunque se hayan olvidado de ello, y los países norteamericanos anglo de Estados Unidos y Canadá, podemos elevar el porcentaje hasta el 50%, y podemos decir que el continente católico en el siglo XXI no es Europa, sino América.
De allí acaba de volver Benedicto XVI, ese Papa al que se nos presenta como un intelectual –es decir, como alguien abstruso- y sin embargo tiene estilo de buen periodista: todo el mundo le entiende.
Pues bien, en un mundo globalizado, donde la originalidad parece herejía contra el único dogma aceptado, lo políticamente correcto, hay algo que distingue al continente americano del resto del mundo: en América, Cristo no ha sido expulsado del foro público. Digo del foro público, que no de las conciencias. El Papa lo deja entrever cuando habla de una "sana laicidad".
Por eso, América del Norte del Sur y del Centro, puede ser acusada de muchos males, pero por eso a nadie le extraña que en Estados Unidos, el modernísimo Estados Unidos, un presidente comience su mandato con un acto religioso. Eso en Europa sería condenado con la exclusión mediática, es decir social.
Por eso América es un continente capaz con esperanza. Ojo, hay más injusticia social y más violencia que en Europa, pero hay razones para pensar que la esperanza está en América, no en una Europa que reniega de sus orígenes y que está empeñado en que su único principio es que no existen principios. Lo cual es, ante todo, muy desesperante.
En resumen, en América hablar de Cristo no resulta vergonzante, en Europa sí: esa es la diferencia… y la razón de que por qué América crece mientras Europa decae.
A propósito, el Papa asegura que la evangelización de Iberoamérica, obra de misioneros españoles y portugueses, no fue una imposición. Unas palabras que se agradecen mucho, cuando llegan de un Papa de cultura alemana.
Por cierto, Benedicto XVI ha aprovechado su viaje para pedir un capitalismo más ético. Seguramente, los capitalistas –incluso, ¡qué horror!, los liberales- dirán que el capitalismo no entiende de moral, sólo de libertad económica, que la ética sólo impone trabas, y que le mercado se controla a sí mismo… y se quedarán muy anchos. Pues bien, Benedicto XVI afirma que el socialismo no fue solución pero que el capitalismo tampoco lo es. Lo primero lo dice la historia, lo segundo lo denuncia el sentido común y sólo lo niegan dos colectivos: la izquierda y la derecha políticas.
Eulogio López