Benedicto XVI volvió a recordar a principios de la primavera del 2012 el deber de los estados: "Los Estados tienen el deber de promover su patrimonio cultural y religioso que contribuye al desarrollo de una nación, y de facilitar el acceso a todos, porque familiarizándose con su propia historia, cada uno es llevado a descubrir las raíces de su propia existencia.
La religión permite reconocer al otro como hermano en humanidad. Permitir a cada uno que tenga la oportunidad de conocer a Dios, y ello en plena libertad, es ayudarle a forjar una personalidad fuerte interiormente, que le hará capaz de testimoniar el bien y de cumplir el bien, aunque le cueste.
La disponibilidad para con Dios provoca la disponibilidad para con los hermanos y una vida entendida como una misión de solidaridad y de alegría" (Caritas in veritate, 78).
Pedro García