Sr. Director:
Benedicto XVI propuso este jueves superar las tensiones entre el gobierno de Hugo Chávez y la Iglesia católica para promover la mutua colaboración al servicio del pueblo venezolano, al saludar al nuevo embajador de Caracas ante el Vaticano.
«Espero vivamente que se disipen las dificultades actuales en las relaciones Iglesia-Estado y se vuelva a una fecunda colaboración en continuidad con la noble tradición venezolana», aseguró el Santo Padre al recibir las cartas credenciales que le presentó el señor Iván Guillermo Rincón Urdaneta, hasta ahora presidente del Tribunal Supremo de Justicia.
Las reacciones entre los obispos de Venezuela y el presidente Chávez se hicieron tensas desde que poco después de que llegara a la presidencia, 2 de febrero de 1999, tomara medidas que dificultaron enormemente los programas caritativos y educativos que desarrollaba la Iglesia católica en el país.
Desde entonces, en declaraciones públicas, el presidente venezolano no ha dudado en lanzar durísimas acusaciones contra los obispos y el nuncio apostólico, que habían manifestado su oposición a aspectos concretos de su gobierno.
El 17 de julio pasado, por ejemplo, Chavez lanzó duros insultos, en su programa dominical «Aló Presidente» --de radio y televisión--, contra el cardenal Rosalio José Castillo Lara, presidente emérito de la Comisión Pontificia para el Estado de la Ciudad del Vaticano, de 82 años, ya retirado en su pueblo natal de Güiripa (en Venezuela), quien había puesto en duda las prácticas democráticas del ejecutivo.
En su discurso al nuevo embajador, Benedicto XVI trató de serenar los ánimos, reconociendo, por ejemplo, «el relieve que el Gobierno ha dado al luto por el fallecimiento de mi venerado predecesor, el Papa Juan Pablo II».
«Por su parte --aseguró--, la Santa Sede sigue muy de cerca los acontecimientos de esa querida "tierra de gracia", y así lo ha puesto de manifiesto en numerosas ocasiones».
Reconoció también «la importancia que dan las Autoridades públicas venezolanas» a «los diversos programas de alfabetización, educación o atención sanitaria».
«La Iglesia, que no puede dejar de proclamar y defender la dignidad de la persona humana en su integridad y apertura a la trascendencia divina, reclama poder disponer, de modo estable, del espacio indispensable y de los medios necesarios para cumplir su misión y su servicio humanizador», aclaró. «La Iglesia --subrayó-- quiere solamente libertad para poder prestar un servicio válido de colaboración con todas las instancias públicas y privadas que se interesan por el bien del hombre».
Ante los desafíos que plantea la justicia social en el país latinoamericano, el pontífice consideró que «es imprescindible el diálogo leal y respetuoso entre todas las partes sociales, como medio para un consenso sobre los aspectos que conciernen al bien común».
Dirigiéndose personalmente al embajador Rincón Urdaneta, el pontífice deseó que «durante el ejercicio de su importante misión, las ya tradicionales e históricas relaciones entre Venezuela y la Santa Sede se vean fortalecidas con un espíritu de colaboración leal y constructiva».
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