Bien puede afirmarse que justamente a eso ha dedicado su vida y el pontificado de Benedicto XVI, bien puede resumirse en una frase: "acercar a los hombres a Dios y a Dios a los hombres".
Desde su humildad y su amor a la Iglesia que a veces significa tomar decisiones difíciles, el Papa lo ha hecho como una invitación para que nadie se vuelva perezoso en la fe y pueda descubrir así, con ojos siempre nuevos, las maravillas que Dios hace con nosotros.
El gran valor de sus emocionadas palabras de despedida de la mañana del día 28, en las que volvió a invitar a todos a renovar la firme confianza en Dios con la seguridad de que nos sostiene y ama, reside en la luz que proyecta sobre toda su obra, inscrita ya para la eternidad en la historia del pensamiento humano como el mejor regalo que pueda hacerse a la humanidad de hoy y mañana.
Lluis Esquena Romaguera