El Santo Padre dedicó gran parte de su discurso a analizar la crisis económica mundial en la perspectiva de los principios éticos consagrados en la doctrina social de la Iglesia. La crisis financiera mundial -dijo el Papa- ha demostrado la fragilidad del actual sistema económico y las instituciones vinculadas al mismo.
También hemos visto el error que supone aceptar que el mercado es capaz de regularse por sí mismo, fuera de la intervención pública y el apoyo de reglas éticas. Esta hipótesis se basa en una concepción simplista de vida económica como una especie de mecanismo auto-regulado impulsado por el egoísmo y el lucro. Y como tal, pasa por alto la naturaleza esencialmente ética de la economía como una actividad de y para los seres humanos.
En este mismo contexto y analizando las palabras del Papa podemos afirmar que más allá de la espiral de producción y consumo en función de unas necesidades humanas estrictamente definidas, la vida económica debería ser un ejercicio de responsabilidad humana, intrínsecamente orientada hacia la promoción de la dignidad de la persona, la búsqueda del bien común y el desarrollo integral -político, cultural y espiritual- de individuos, familias y sociedades.
Jesús Martínez Madrid