En la mañana de este martes se celebraba un desayuno-debate del Foro de la Nueva Economía sobre política exterior entre el secretario de Estado de Asuntos Exteriores, Bernardino León y el portavoz popular en Exteriores, Gustavo de Arístegui. Lo más glorioso ha sido la contundente afirmación de León sobre la Alianza de Civilizaciones: No vayan Uds. a Estados Unidos a alertar sobre la Alianza de Civilizaciones porque nade sabe lo que es.
¿Cómo? ¡Qué fuerte! Por supuesto, Arístegui aprovechó la ocasión para arremeter contra su compañero de oposición y amigo, aunque sin embargo, adversario político. Me llama la atención que no sepa lo que es y que no han pensado sobre el tema, pero yo les pediría mayor reflexión y seriedad. Así se las ponían a Felipe II. Y es que el tan pomposo plan de Alianza de Civilizaciones resulta que no se sabe lo que es. Mucho.
Por supuesto, Arístegui defendió su derecho a alertar ante Estados Unidos o donde haga falta de los riesgos que la alianza puede tener. ¿Contra quién nos aliamos? ¿Sobre qué bases nos aliamos?, se pregunta. León se muestra partidario de pasar por encima de las palabras. Al fin y al cabo afirma- el PP fue alianza popular. En opinión del secretario de Estado, alianza y diálogo son sinónimos. Una opinión que Arístegui no comparte. Nosotros somos partidarios del diálogo entre civilizaciones y culturas, pero no de la alianza, matiza. Aclarado.
Por lo demás, León ha tenido el coraje de responsabilizar a los populares del mal clima existente con los Estados Unidos. Existe una novedad más allá de las buenas relaciones de tipo administrativo, hay algo que no existía antes: un partido se empeña de hacer de este tema un tema de política interior; eso no conviene a las relaciones; eso añade cierta complejidad, pero nosotros no vamos a entrar en ese juego. Por eso pidió que cesaran los viajes de los populares a puentear al Gobierno español. Y sobre el fondo todavía permanece lo que afirmara el embajador de España en Washington: quien tiene que mover ficha para el encuentro con Zapatero es Bush.
Arístegui por supuesto le respondió que el responsable de la mala relación con la administración norteamericana es exclusivamente el gobierno español, el mal gesto de no levantarse al paso de la bandera española, la retirada de las tropas de Iraq y las reflexiones tunecinas. Y por si fuera poco, le recordó que no era la primera vez que ocurría algo así, porque en otoño de 2001 el entonces secretario general del PSOE, Zapatero, viajó a Marruecos cuando las relaciones con el país vecino pasaban por uno de los peores momentos.
Por otra parte, Arístegui se manifestó partidario de que el Gobierno español mantenga una postura más dura frente a los populismos latinoamericanos y defendió que el Ejecutivo debería haber llamado a consultas al embajador tras el decreto de nacionalización. León sin embargo, considera que estando en plena negociación con el Gobierno boliviano es tiempo de abrir puertas, no de cerrarlas y de nuevo responsabiliza a la administración Aznar de no haber sabido gestionar la inestabilidad boliviana. Morales no es el culpable de todo, la Ley de Hidrocarburos se hizo con Carlos Mesa, quien también sometió a referéndum la nacionalización con un apoyo del 92% de los ciudadanos. Además, León considera quizás ingenuamente- que un gobierno como el de Morales con el 55% es una oportunidad que no conviene desaprovechar.
Por el contrario, Arístegui considera que frente a los populistas y dictadores de nuevo cuño latinoamericanos, España debe defender una posición de firmeza. Lo contrario es dar muestras de debilidad. Como ven, el consenso en política exterior se encuentra más lejos que nunca. ¡Menos mal que eran amigos y compañeros de promoción!