Tan sólo estuvo ocho horas en Madrid, porque los ministros y presidentes autonómicos españoles no representan mucho para el hombre más rico del mundo, para el propietario de Microsoft, Bill Gates. Aprovechó para enardecer a su clase social (futuros empresarios), para montar el show ante la prensa, nada de rueda de prensa abierta sino montaje teledirigido, dicho sea de paso, para firmar un convenio con la Comunidad de Madrid y para impartir doctrina al ministro de Industria, Energía y Telecomunicaciones, José Montilla.

Por una parte, Gates está empeñado en crear su propia clase social, la de los jóvenes yupis emprendedores, aspirantes a multimillonarios, que son los que le sostendrán cuando llegue a la vejez. Por otra, mantiene un sabio distanciamiento con los medios informativos, evitando el cuerpo a cuerpo tras decenas de relaciones públicas. Gates -como casi toda la nueva generación empresarial, aquella que aún no ha alcanzado los 50 años de edad- prefiere hablar con los analistas antes que con los periodistas.  

Asimismo, el magnate de la informática firmó un convenio con la Comunidad de Madrid por el que Microsoft donará ordenadores y sistemas operativos para introducir la informática en los colegios. Es lógico, son sus futuros clientes. Ahora bien, tanto con Esperanza Aguirre como con José Montilla, Gates hizo campaña pidiendo neutralidad en los concursos públicos. Lo cual sería una petición muy razonable siempre que no estuviéramos hablando del oligopolio, cuasi monopolio, en el que se desarrolla la industria informática: el monopolio u oligopolio de Microsoft.

Gates se ha burlado de los tribunales y de las autoridades anti-monopolio, tanto norteamericanas como europeas, todo lo que ha querido, al tiempo que ahogaba el sistema Linux, asfixiándole con querellas sobre derechos de propiedad intelectual.

Reacción española: Aguirre se mostró encantada de poder practicar su más que correcto inglés con un personaje como Gates. Montilla, mucho más discreto, no ha dicho esta boca es mía. En cualquier caso, neutralidad, desde el oligopolio.