El asunto Bildu y el egoísmo nacionalista lleva a muchos a plantearse una reforma electoral que afiance el bipartidismo PSOE-PP. De otra forma, aseguran, el país resultará ingobernable.

Ahora bien, bipartidismo y pluralismo son antitéticos. Lo que ocurre es que en España estamos marcados por el nacionalismo vasco violento y por esos egoísmos nacionalistas que, por ejemplo, impiden una respuesta a la crisis. Pero el que la normativa actual favorezca a los nacionalistas no significa que deba elevarse el problema actual a doctrina.

No, el regeneracionismo pasa justamente por lo contrario: por la entrada de nuevas ideas y nuevas ideologías, de nuevas formaciones políticas con capacidad para obtener representación.

Y no, no es verdad que el pluralismo sea desgobierno. El caso más sintomático es Israel, un parlamento de pequeñas formaciones para responder al mayor número de aspiraciones populares. Israel no puede perder el tiempo en luchas cainitas, dado que batalla de continuo por su supervivencia, rodeado como está de enemigos que buscan su destrucción. Sin embargo, los hebreos tienen un sistema proporcional, donde los pequeños partidos se ven obligados a pactar. Y así llevan desde 1948 y no les va nada mal. El multipartidismo no sólo da respuesta más reclamaciones sino que además fuerza a los políticos a ser más responsables, es decir, a entenderse. La regeneración democrática no debe buscar menos partidos, sino más.

De cualquier forma, la regeneración de España no pasa por ahí. Pasa por la limitación de mandatos y por la reducción de salarios y prebendas de los hombres públicos (me permitirán que en esta ocasión no sea políticamente correcto y evite hablar "de mujeres públicas"). Sin ello, de nada valdrá modificar la normativa electoral.

Eulogio López

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