Sr. Director:
En medio del guirigay montado ante la decisión de Interior sobre la concesión del tercer grado, hago mi reflexión personal, bajo la óptica de mi condición cristiana.
A Bolinaga se le está acabando el tiempo y con él su vida terrena y libre albedrío. Dentro de poco se presentará-lo crea o no- ante el Juez Supremo e inapelable, Jesucristo. Poco o nada importará lo que sus correligionarios piensen, digan o hagan por su memoria.
Se está ahora- mientras apura el resto de vida- jugando su destino eterno. Ni en la tierra ni en el cielo, podrá alcanzar compasión ni salvación sin arrepentimiento del mal cometido. Los hombres obrarán conforme a sus leyes vigentes. Dios infinitamente, misericordioso, no le salvará como a Dimas, si no se vuelve a Él, arrepentido de todos sus crímenes. Casos se han dado de célebres criminales que por la oración y mediación de almas santas -caso de Santa Teresita de Jesús por un condenado al cadalso, que gracias a sus oraciones se salvó-. A los que nos sentimos cristianos nadie nos pide el imposible de olvidar el mal hecho por el etarra Bolinaga. Sí que perdonemos, sin rencores (Lara y familiares de los guardias civiles muertos) de corazón y con la ayuda de una gracia extra de Dios, a quien ha hecho tanto mal. Ante la palabra de Dios, bien clara en el santo Evangelio, ningún cristiano podrá obrar en contra sin responsabilidad. Oremos hermanos, pues mientras hay vida terrena, hay esperanza de salvación eterna para todos.
Miguel Rivilla San Martin