Mientras eurodiputados de 11 países miembro batallan hasta el último minuto por la presencia del Cristianismo en el Preámbulo de la Carta Magna comunitaria, el presidente del Parlamento Europeo, Josep Borrell, se permitió oponerse a tal mención por la que calificó como "aberrante" la enseñanza moral de la Iglesia en materia sexual. Estas declaraciones las realizó en su última conferencia en el Club Siglo XXI el pasado mes de mayo, en el acto intelectual de su campaña encabezando la lista socialista al Europarlamento.
Borrell no se quedó a gusto y fue más lejos. En su opinión, "Dios es un converso reciente" en lo relativo a la democracia, los derechos humanos y la igualdad. Y más: "Dios se acomodó durante siglos con la esclavitud, todavía ayer bendecía a Franco y no ha sido ajeno a la tragedia de los Balcanes".
Borrell ejemplifica la "alergia anticristiana" a la que se refieren los obispos europeos o la "inquisición secularista" a la que se refiere el Wall Street Journal. No es extraño que con estas premisas se oponga a la presencia del Cristianismo en el Preámbulo del Tratado Constitucional a riesgo de sufrir urticaria. Y esta alergia es el verdadero motivo del veto a Buttiglione por mucho que la eurodiputada socialista, Rosa Díez, trate de apelar ahora a sus dudas sobre su compromiso con la lucha antiterrorista.