En vísperas del Día de Inversor, en Londres, una cita clave para el Santander que, como toda la banca española, mendiga liquidez a los fondos internacionales, Emilio Botín ha conseguido de Alfredo Sáenz, Ceo del Grupo, la promesa de que seguirá al frente del equipo ejecutivo.
La única condición de Sáenz ha sido que el Tribunal Constitucional admita a trámite el recurso presentado ante el Tribunal Constitucional por el caso Olabarría, en el que fue condenado a tres meses de inhabilitación.
Botín está convencido de que el TC aceptará el recursos por "haberse vulnerado derechos fundamentales" de los acusados. En ese caso, el proceso -su tramitación duró más de 15 años- comenzaría de nuevo y su expulsión del Registro de bancos y banqueros quedaría en suspenso.
El Banco de España también ha animado a Sáenz a que permanezca al frente del Santander, pero el ejecutivo bancario mejor pagado de España estaba dispuesto a marcharse. Sáenz argumentaba que no quiere terminar su carrera marchándose por la puerta pequeña, obligado por una condena, sino por la puerta grande y su entorno familiar, deseoso de que se fuera, ha terminado por aceptar su decisión.
Una buena pregunta para cualquier analista presente en Londres, que el banco estará deseando responder: ¿se queda Sáenz? De producirse, la respuesta será: sí se queda.
De esta forma, además, Juan Rodríguez Inciarte y Francisco Luzón, que aspiraban a suceder a Sáenz, pierden su oportunidad. De esta forma, además, se ralentiza la sucesión del propio Emilio Botín en su hija Patricia. Un Botín que también afronta un caso judicial: el presunto delito fiscal que afecta a todos sus hijos y a los hijos de su hermano, Jaime Botín, que controla Bankinter. No pasa nada: va para largo.
La decisión de Sáenz no sólo tranquiliza a la organización sino también al Banco de España, que por nada del mundo deseaba perder al bancario de más prestigio en este momento.
En paralelo, el Santander trata de tender puentes con el Partido Popular. Entendámonos: las relaciones de la organización con Dolores de Cospedal y con Soraya Sáenz de Santamaría son buenas pero no ocurre lo mismo con Mariano Rajoy, quien considera que Emilio Botín apoyó con descaro al Gobierno Zapatero durante los años difíciles para los populares.
Al final, el dilema continúa siendo el mismo: en efecto, perder a Sáenz sería perder un puntal de la gestión bancaria en tiempos de crisis. Ahora bien, algunos nos preguntan para qué sirven entonces las sentencias judiciales.
Por último, si el TC admite a trámite el recurso abrirá una nueva brecha con el Tribunal Supremo. Aunque eso, ¿a quién le importa?
Eulogio López
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