Las calificaciones de Fitch, Moody's y S&P no solo son incómodas sino que albergan intenciones cada vez menos claras. Sus decisiones sobre la deuda de los países suelen publicarse casualmente en vísperas de las emisiones. El fracaso a la hora de prever la caída de Lehman no sirvió para restarles influencia, aunque las calificaciones son cada vez más contestadas por los Gobiernos. Especialmente los europeos, ya que a las agencias no les tiembla la mano a la hora de rebajar la nota a países de la UE, mientras que son mucho más cuidadosas para hacerlo con Estados Unidos.
Europa llegó a plantearse por ello una agencia de calificación propia para evitar que las estadounidenses utilizaran las calificaciones como arma de ataque económico. Sin embargo, ahora la Comisión propone prohibir la publicación de las valoraciones cuando afecten a los emisores europeos.
En caso de llevarse acabo, sería una estrategia poco inteligente. Sobre todo, si se tiene en cuenta que, con el secretismo, se incrementarán las sospechas y la incertidumbre y se alimentará la idea de que Europa tiene algo que esconder. Además, si los datos son utilizados como arma, en un mundo globalizado ¿quién garantiza que no se acaben filtrando?
Rodrigo Martín
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