Que los proetarras -que eso son, antes que abertzales- de Bildu hayan obtenido uno de cada cuatro votos depositados en Euskadi es como para santiguarse.
La democracia no es ni el voto de la mayoría ni tan siquiera el respeto a las minorías, sino el respeto del Estado al individuo, hijo de Dios, dotado, por tanto, de una inconmensurable dignidad. Y para el que no crea que es hijo de Dios, le bastará, supongo, la pertenencia a la misma raza, la única especie dotada de libertad.
Pascual Sala, ese maravilloso juez filosocialista que preside el Tribunal Constitucional, permitió a los proetarras que se presentaran a las elecciones y el resultado es que el País Vasco ha vuelto a mostrarse como una sociedad enferma, patológicamente esclava del miedo a ETA y a su entorno, que se impone con la chulería de las armas y la soberbia de la impunidad. Ese es el gran problema de los vascos: tienen miedo a los proetarras y para disimular su terror, se vuelven contra 'Madrid'. En serio, les compadezco, es muy triste vivir bajo la sombra del miedo.
Por lo demás, ni Bildu debiera enorgullecerse de sus resultados. Y la razón es simple: gracias a Pascual Sala se ha podido presentar a las elecciones municipales y ahora controla Guipúzcoa. Por tanto, estos comicios autonómicos hay que comprarlos con los municipales anteriores. Y resulta que en Guipúzcoa, que ahora controlan, no han estado muy lucidos. Incluso han perdido votos. Vamos, que no deben gobernar muy bien. En cualquier caso, el peligro de los proetarras es claro, sobre todo porque el PNV comparte su propio afán ideológico. La diferencia es que el PNV es progre-burgués y Bildu es progre-comunista… y violento.
El gran descalabro en Euskadi ha sido el del PSOE, ciertamente, pero el PP tampoco está como para tirar cohetes. El progre Basagoiti debería reflexionar sobre lo que a lo mejor no reflexiona nunca. Bien está -y es valiente por su parte- vender patriotismo español en Euskadi. Ahora bien, el patriotismo español -y ésta es la gran cuestión que Mariano Rajoy no comprende- no puede ser un patriotismo vacío, sólo pendiente de que España no se desmembre. Hay que llenarlo de algo. Y en el caso español, hay que rellenarlo de cristianismo, porque España ilusiona cuando es leal a sus raíces. Y sus raíces son raíces cristianas.
Esto no significa que el PP deba convertirse en un partido confesional, simplemente es coherencia. España será cristiana o no será. Y el primer 'mandamiento' político cristiano consiste en eso: en que la persona es sagrada. De ahí se derivan todos los principios no negociables del cristiano en materia política, los principios que enumerara Benedicto XVI: vida, familia, libertad de los padres para educar a sus hijos y bien común.
Vamos con Galicia. Nos venden la victoria aplastante del popular Núñez Feijóo (en la imagen con Urkullu) y él mismo asegura que el voto gallego significa que en aquella región española se ha dado el visto bueno a los ajustes de Rajoy. Pues miren el cuadro adjunto y caerán en la cuenta de que el verdadero vencedor de las elecciones gallegas ha sido la abstención. O sea, el hastío, que constituye hoy, en España, el partido mayoritario. De hecho, el PP -ver cuadro- ha obtenido menos votos que en 2009.
Sí, han ganado por mayoría absoluta pero Feijóo -otro progre, eximio representante de la derecha pagana del PP, partidario entusiasta de no modificar las leyes antivida de Zapatero- no debiera presumir de apoyo a la política económica de Rajoy. De hecho, el PP debe caer en la cuenta de que ha machacado a su electorado, las clases medias, la gran mayoría, a la que ha freído a impuestos en lugar de rebajar el tamaño del Estado, el número de políticos y de subvenciones, que es lo que le pide su electorado.
Así que menos triunfalismo y un poco más de sensatez.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com