En cambio, la Federación de Planificación Familiar presume en su página web de haber lanzado una hoja parlamentaria con un intergrupo relacionado con salud sexual y reproductiva. Pues bien, según hemos podido saber, el presidente del Congreso, Manuel Marín, desmiente expresamente a un diputado popular la existencia de semejante intergrupo. Es decir, que la FEPF se tira a la piscina, trata de vendernos una moto de sus relaciones institucionales, pero de nuevo, vuelve a mentir.
Con todo, la mentira fundamental es que la FEPF es en el fondo un prescriptor de las "clínicas" abortistas que por supuesto la mantienen financieramente. "Planificación familiar" viene a ser sinónimo de prescripción de aborto si tenemos en cuenta que el presidente de FEPF, Gonzalo Antón, considera al aborto como un "acto médico" y defiende una mayor liberalización para que la mujer tenga un control de su salud reproductiva. O sea, que tenga los hijos cuando le parezca bien, sea oportuno o encaje en su esquema vital. Si estorban, sencillamente, se matan. Una barbarie.
Por eso resulta tan dramático que una caja supuestamente comprometida con el desarrollo humano y la justicia social financie un proyecto de FEPF disfrazado encima de "atención y capacitación en salud sexual y reproductiva para mujeres inmigrantes". Las inmigrantes, como las nacionales, necesitan apoyos ante embarazos inesperados, pero no aborteros sin escrúpulos que les arranquen a sus hijos y con ellos, probablemente la posibilidad de alcanzar la felicidad. La sombra del niño abortado se arrastra durante muchos años según relatan los que han estudiado el conocido como "síndrome post aborto".
Caja Madrid empaña así su imagen de compañía seria y socialmente comprometida. Optó por sacar el aborto de las prestaciones de su seguro médico, Caja Vital. Pero ahora financia sin hacer ruido un discutible programa que ayuda a las extranjeras a "quitarse el paquete" de encima. ¿Quién las atenderá después? ¿Es esto integración? Sería bueno que algunos de los responsables de la Obra Social tuvieran un encuentro personal con alguna de esas mujeres "ayudadas". Comprobaría como esa ayuda de "integración" en favor de su "salud sexual" le ha arruinado la vida. Conocería cómo llora cada vez que ve un niño de la edad de la que tendría su hijo.
Más que financiar, lo que habría es que perseguir a estos desalmados que cuando les llamas para cancelar la cita te acusan comercialmente preguntando el motivo de la anulación. Lo curioso es que en un estado social como del que presumimos, todavía seguimos sin desarrollar sistemas eficaces de prevención de abortos. Todo un reto para las administraciones. Pero también para la sociedad en su conjunto que en demasiadas ocasiones observa el embarazo como un problema más que como un regalo. Caja Madrid incluido.
Luis Losada Pescador