La principal ocupación del poderoso es mentir y su gran defensa ante tamaña acusación consiste en exigir la demostración empírica de la evidencia, es decir, de que está mintiendo. Tarea imposible en el 95% de los casos, dado que empíricamente no se puede demostrar ni un 5% de las cuestiones que se planteen. Por eso la justicia humana es tan limitada, al menos si prescinde de la ética, lo que el personal llama buena intención.
Lamento decirles que no puedo demostrar empíricamente que los poderosos europeos, políticos de izquierda y de derechas, y adinerados de toda condición (claro que los hay de izquierdas, y muy progresistas) están intentado privatizar las cajas de ahorros, pero así es. De hecho, la tangentópolis del poder progre ya ha conseguido cargarse las cajas de ahorros norteamericanas, las británicas, las italianas. Podría decirse que sólo quedan en pie las cajas alemanas y españolas. Y claro, eso no puede ser: todo debe transformarse en sociedad anónima, la única naturaleza jurídica aceptada en el mundo actual. Las sociedades sin alma son, en efecto, las más manejables desde el poder. Y si, además de anónimas, cotizan en bolsa, entonces el tinglado de la antigua farsa ya no tiene ninguna barrera que salvar.
Cuando hablo del poder me refiero a todos los poderes: el de las instituciones Europeas porque, no sé si se lo he dicho, pero la UE es hoy un instrumento en manos del poder. En España hablo del PSOE y del PP, a partes iguales, y los únicos que se oponen son los idealistas y los dirigentes autonómicos que esperan, sin excepción, terminar sus días en la caja de ahorros de su circunscripción o en algunas de sus filiales o participadas, con buen salario y mejor pensión.
Esta es, precisamente, la gran excusa de los conversores: las cajas están politizadas, es urgente despolitizarlas para entregarlas al mercado. Nuestro rico refranero lo resumiría así: Salir del fuego para caer en las brasas. ¿Cuál es, pues, la alternativa al lamentable binomio de privatización o politización?
Veamos. A fin de cuentas, desde que se inventó la economía, todo el debate circunda el concepto de propiedad. Y a fin de cuentas, en la cuestión que nos ocupa, la única pregunta es: ¿De quién son las cajas? Las cajas no deben ser estatales, tampoco de una serie de accionistas: pues que sean de los clientes. Ni socialismo ni capitalismo : mutualismo. La ley de Órganos de Rectores de Cajas de ahorros de 1985 otorgaba el mayor poder a los impositores clientes de pasivo, porque obviamente si acudimos a los clientes de activo la colusión de intereses sería inmediata, lo que ocurre en menor medida, mucho menor, con los depositantes. El hecho de que la representación de los depositantes haya sido absorbida en la práctica por partidos políticos y centrales sindicales sólo significa que hay mucho listillo suelto entre políticos y sindicalistas. El sistema no es malo, sólo que se ha pervertido; ergo, hay que acabar con la perversión, no con el sistema. En plata: que el 100 por 100 de los órganos de Gobierno de las cajas de ahorros, sean elegidos por sus depositantes.
¿Que costaría mucho estructurar en opciones a los clientes? ¿Y acaso no costó mucho estructurar la democracia en partidos políticos? ¿Acaso por esa dificultad alguien se atreve a cuestionar el sistema democrático?
Otrosí. Si los depositantes mandan, exigirán a los ejecutivos fuerte remuneración del pasivo. ¿Y acaso no exigen los votantes, que presuntamente mandan, impuestos más bajos? ¿Acaso lo consiguen?
A Solbes no le gusta el sistema que propongo. Para ser exactos, no gusta ni a la izquierda ni a la derecha. Pero nadie ha dicho que, ni la derecha ni la izquierda actuales sientan un profundo amor por la libertad del pueblo, es decir, por la democracia. A nuestros partidos políticos actuales, al PP y al PSOE, lo que realmente le gusta es la oligocracia, por la misma razón que a FG y a Botín, eximios representantes del imperio de las sociedades anónimas, lo que realmente les gusta es la oligarquía.
Eulogio López