Benedicto XVI asegura (43) que en la actualidad, muchos pretenden pensar que no le deben nada a nadie. Como diría Chesterton, la primera forma de pensamiento es el agradecimiento pero a ello se une esa sensación no sólo de no deberle nada a nadie, sino de no arrepentirse de nada. Con la ingratitud y el sentimiento de culpa, tan denostado por un psicoanálisis de mente sucia que se resiste a morir, no hay forma de progresar: en efecto, sin arrepentimiento, ni las personas ni las sociedades se plantean progresar, sin gratitud vivimos en la mentira, que ya hemos dicho constituye el mejor antídoto contra el desarrollo. Además, compartir los deberes recíprocos moviliza mucho más que la mera reivindicación de derechos.
Otra vuela de tuerca a la demografía (44): Naciones en un tiempo florecientes pasan ahora por una fase de incertidumbre y en algún caso de cadencia, precisamente a causa de su bajo índice de natalidad... en nuestra tierra (50) hay lugar para todos: en ella toda la familia humana debe encarnar los recursos necesarios para vivir dignamente.
Hablemos de desarrollo sostenible (48): El creyente reconoce en la naturaleza el maravilloso resultado de la intervención creadora de Dios... pero se ha de subrayar que es contrario al verdadero desarrollo considerar la naturaleza como más importante que la persona humana misma. Esta postura conduce a actitudes neopaganas. Demasiado claro para que precise comentarios.
La tecnología no es el problema fundamental, como no lo es el energético ni el ecológico (51). El problema económico decisivo es la capacidad moral global de la sociedad. Si no se respeta el derecho a la vida y a la muerte natural, si se hace artificial la concepción, la gestación y el nacimiento del hombre, si se sacrifican embriones humanos a la investigación, la conciencia común acaba perdiendo el concepto de ecología humana y con ello de la ecología ambiental. Es una contradicción pedirle a las nuevas generaciones el respeto al ambiente natural, cunado la educación y las leyes no les ayudan a respetarse a sí mismas.
Eulogio López
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