Lo que hay que sembrar, señores, es justicia, si acaso con el apellido social, no climática. A quien hay que salvar es al hombre, no al planeta, única mente útil cuando sirve al hombre y en calidad de medio, no de fin.
De hecho, el peligro consiste en que con motivo de la Cumbre de Copenhague algunos católicos están aprovechando las palabras de Benedicto XVI en defensa de la integridad de la obra del Creador para pasarse al ecopanteísmo y para vender un apoyo sin matices de la Iglesia al cambio climático. No es así y ellos lo saben, pero conviene que lo sepamos todos. Bajo la excusa del cambio climático, muchos de los participantes en Copenhague participan de La conjura contra la vida (tan estupendamente reflejada en el reciente libro de Guillermo Buhigas), y dejarles un planeta limpio a las generaciones futuras les importa un pimiento: lo que quieren es que no haya generaciones futuras, a costa de abortos, esterilización y contracepción, a ser imposible impuestas a los países más pobres.
Despierta Cáritas que Al Gore no está por los pobres, está por otra cosa.
Eulogio López
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