Sr. Director:
Mientras los carnavales, cuyo sentido es preceder a la Cuaresma, son anunciados y celebrados a bombo y platillo, este tiempo litúrgico ni se menta.

 

La Cuaresma, nos habla de un amor radical, eterno y exclusivo de Dios por cada uno, que debería guiar nuestros esquemas vitales. Esta es la propuesta del catolicismo. El Miércoles de Ceniza da comienzo a un itinerario de purificación y renuncia que nos permite elevarnos para poder gustar de ese amor infinito y definitivo, propio del que es Dios, siendo capaces de corresponderle. Nos saca de nuestro ensimismamiento, pues tenemos marcada una alta meta: la santidad, ganada con un combate ascético al alcance de todos.

Oración, arrepentimiento y sacrificio son los pilares que nos permitirán alegrarnos en la Resurrección tras acompañar a Jesús por el desierto de su Pasión y Muerte cruel en una cruz. Que la Cuaresma no se quede en lo anecdótico: los buñuelos y los potajes deben recordarnos que el ayuno y la abstinencia siguen vigentes.

Lucía Rivera